Capitulo 19.2

Maldita reencarnación (Novela)

Capítulo 19.2: La Bóveda del Tesoro (3)

El Rey Demonio de la Crueldad… El segundo Rey Demonio de Helmuth.
Eugenio podía recordar claramente lo aterrador y fuerte que había sido el Rey Demonio de la Crueldad.
Trescientos años atrás, en el Reino Demoníaco de Helmuth, había cinco Reyes Demonios clasificados según su fuerza:
No. 1. El Rey Demonio de la Destrucción.
No. 2. El Rey Demonio del Encarcelamiento.
No. 3. El Rey Demonio de la Furia.
No. 4. El Rey Demonio de la Crueldad.
No. 5. El Rey Demonio de la Carnicería.
Vermut y sus compañeros habían comenzado su conquista con el más débil, el quinto Rey Demonio.
Al final, Hamel murió en el castillo del Rey Demonio del Encarcelamiento.
La Lanza Demoníaca Luentos fue la lanza utilizada por el Rey Demonio de la Crueldad. Después de matarlo, Vermut se convirtió en el nuevo maestro de la lanza. Hamel había querido usar esa lanza, pero, como su nombre indicaba, la lanza desprendía un poder demoníaco tan terrible que solo Vermut podía usarla.
—Es un error decir que la Lanza Demoníaca Luentos es la más fuerte entre todas las armas del Gran Vermut. La más fuerte es, por supuesto, el Martillo de la Aniquilación Jigollath —declaró Gargith después de pensarlo un poco.
—El Rey Demonio de la Crueldad era más fuerte que el Rey Demonio de la Carnicería —argumentó Dezra a favor de su elección.
—Los rangos de los reyes demoníacos no tienen nada que ver con los rangos de sus armas.
«Ahora que lo pienso, también faltaba el Martillo Jigollath de la Aniquilación», pensó Eugenio, ignorando el debate.
De entre todas las armas de Vermut, el Martillo de Aniquilación y la Lanza Demoníaca eran las únicas que habían pertenecido a reyes demoníacos.
«Tiene sentido. Dado que esas armas son tan temibles, no pueden dejarse simplemente dentro de la bóveda del tesoro. Tal vez estaban selladas en otro lugar. De todas formas, esas armas solo pueden ser utilizadas por Vermut.»
Como eran armas que había codiciado a menudo en su vida anterior, no pudo evitar sentir pesar por no haber tenido la oportunidad de escogerlas.
—La Lanza Demoníaca es más fuerte.
—No, el Martillo de la Aniquilación es más fuerte.
Gargith y Dezra habían empezado a discutir infantilmente. Eugenio sacudió la cabeza mientras los miraba a los dos y se dirigió al centro del gimnasio. Nina siguió a Eugenio a toda prisa.
—Los preparativos de la cena deberían terminar pronto —le recordó Nina.
—Yo también terminaré pronto —la tranquilizó Eugenio.
Aunque no podía invocar ningún espíritu en este momento, incluso sin sus espíritus, Wynnyd era una buena espada.
«Y es la primera espada real que sostengo en esta vida.»
Tal vez debido a eso, ya se sentía apegado a ella. Eugenio sacó a Wynnyd de su funda y recorrió su hoja con la mirada. Cuando extendió suavemente la mano y tocó la parte plana de la hoja, el frío del metal le produjo un escalofrío. Tal y como había previsto, una espada de verdad desprendía una sensación diferente con sólo tocarla. Aunque era mucho más ligera que su espada de madera con núcleo de hierro, que pudiese matar de un solo tajo demostraba la diferencia entre ella y una espada de madera.
—¡Como dije, la Lanza del Demonio es más fuerte!
—No, es el Martillo de la Aniquilación.
Aquellos dos seguían discutiendo. Después de mirarlos con lástima, Eugenio volvió a centrarse en Wynnyd.
Tanto la Lanza del Demonio como el Martillo de la Aniquilación eran armas tan poderosas que incluso a él le resultaba difícil elegir cuál de ellas era superior. Sin embargo, si Eugenio tuviera que elegir la mejor de todas las armas de Vermut, sabía la respuesta de inmediato.
«Es la Espada de la Luz de la Luna.»
Era destrucción pura en forma de espada; incluso el Reino Demoníaco de Helmuth había decidido sellarla. Eugenio recordó lo terrible que era esa espada. Aunque la Espada Sagrada se utilizó para matar al Rey Demonio de quinto rango, cuando Vermut obtuvo la Espada de la Luz de Luna, rara vez volvió a empuñarla en una batalla.
Tanto el Rey Demonio de la Crueldad como el Rey Demonio de la Furia habían sido asesinados por la Espada Luz de Luna. Ni la Lanza Demoníaca o el Martillo de Aniquilación, de los que tanto hacían alboroto Dezra y Gargith, podían superar la luz de destrucción que emanaba de la Espada Luz de Luna.
Eugenio dejó de pensar en la Espada Luz de Luna y comenzó a balancear a Wynnyd.
Swish.
La espada emitió un suave brillo mientras con un lento movimiento de su hoja cortaba el mismo aire. Eugenio sintió un escalofrío de euforia recorrer su cuerpo, desde la punta de los dedos de los pies hasta la parte superior de la cabeza.
—Wow… —Nina exclamó suavemente con admiración mientras Eugenio fluía lentamente a través de los movimientos de una danza de espadas.
Incluso desde la perspectiva de alguien como Nina, que no tenía ninguna habilidad con las espadas, la danza de espadas de Eugenio parecía extraordinaria. La disputa infantil de Gargith y Dezra también se interrumpió cuando ambos se volvieron para observar la danza de Eugenio con ojos hipnotizados.
No era asombrosamente rápida, ni había ninguna técnica asombrosa mezclada en sus movimientos. Sin embargo, el espeluznante brillo que emanaba de Wynnyd se mezclaba perfectamente con cada movimiento de la danza de Eugenio, fluyendo suavemente de un movimiento al siguiente sin ninguna interrupción.
«Definitivamente tengo que conseguir que vuelva conmigo.», pensó Gargith mientras tragaba su asombro.
«¿Qué debo decir para que me acompañe? ¿Le invito a echar un vistazo a nuestra casa? Todavía falta mucho para mi cumpleaños...», Dezra estaba teniendo pensamientos similares.
Si su cumpleaños estuviera más cerca, habría podido invitarle a su fiesta de cumpleaños como excusa, pero... los labios de Dezra hicieron un puchero de decepción.



—Es solo un collar —dijo Lovellian mientras abría los ojos y le devolvía a Gilead el collar que tenía en la mano—. Lo he revisado minuciosamente, pero este objeto no tiene ninguna magia unida a él.
—¿En serio?
Aunque trató de sonar despreocupado, estas palabras hicieron que Gilead sintiera cierta vergüenza. Realmente resultó ser un collar ordinario sin nada de magia. De hecho, incluso llamarlo collar ordinario era exagerado. Después de todo, ¿no era sólo un collar sin valor y desgastado?
Pero entonces, ¿por qué un collar así había sido incluido entre los tesoros de la familia principal? Eugenio le había dicho que el collar había sido enterrado en un rincón de una estantería. Gilead había estado varias veces en la cámara del tesoro para buscar algún arma en particular, pero nunca había visto un collar así.
«Además, el collar ni siquiera estaba registrado con la magia de la bóveda del tesoro.»
Eso significaba que alguien más debía haberlo traído, pero ¿quién? El antiguo Patriarca no era de los que hacían bromas sin sentido. Entonces, ¿había sido alguno de sus otros antepasados? Eso aún dejaba la incógnita de ¿por qué lo habían hecho?
—¿Este collar estaba dentro de la bóveda del tesoro? —preguntó Lovellian.
—Sí —confirmó Gilead.
—¿Podría ser que ese chico te gastó una broma?
—¿Qué razón podría tener para hacerlo?
—Hm.... Por lo que vi de él en el laberinto, tiene un lado bastante astuto y mezquino. Quizás llevó algo que ya le pertenecía y eligió eso en lugar de algo más caro para dejar una buena impresión en el Patriarca —Lovellian se aclaró la garganta y empezó a hablar con cuidado—. Hablando honestamente, Lord Gilead... debe haberse sentido al menos agradablemente sorprendido cuando Eugenio regresó con un collar tan poco valioso en lugar de algo invaluable.
—Realmente no puedo negar eso —admitió Gilead con una sonrisa irónica—. Sin embargo, ¿no es solo un niño de trece años? No puedo imaginar que un chico como Eugenio sea capaz de predecir cómo me sentiría al respecto e idear un plan como este.
—Definitivamente habría sido un gran riesgo a correr. Tuvo suerte de que usted fuera capaz de mostrar una mentalidad tan generosa; si se hubiera descuidado, podría haber perdido su oportunidad de conseguir un tesoro garantizado.
Lovellian sólo estaba teorizando unas cuantas tonterías. Ni siquiera él creía realmente que Eugenio pudiera haber ideado semejante plan. Después de reflexionar unos momentos más, le tendió la mano a Gilead.
—Permítame comprobarlo una vez más —pidió Lovellian.
—¿No terminaste ya todos los escaneos? —preguntó Gilead.
—He confirmado que no hay magia oculta en el collar. Sin embargo, ahora que también he sentido un poco de curiosidad por su origen, me gustaría indagar un poco más en él.
—¿Cómo pretendes hacerlo?
—Hm... ¿cómo debo explicar esto? En pocas palabras, voy a leer los recuerdos del collar de cuando era joven —Lovellian continuó hablando con una sonrisa irónica—: El mana existe por todas partes en este mundo. Aunque es imposible comunicarse con él directamente, conozco un hechizo que me permitirá leer su “memoria”. Es un hechizo creado por la estimada maestra de nuestra escuela, la Sabia Siena.
Lovellian no pudo ocultar el orgullo que sintió al terminar su explicación. Así de asombrosos eran este hechizo y su creadora. En la historia de la magia, el único mago que descubrió una forma de interactuar con el maná de tal manera fue la Sabia Siena.
— Cuento contigo entonces —en lugar de compartir su admiración, Gilead se limitó a devolverle el collar.
Mientras se sentía decepcionado en su corazón porque Gilead no parecía reconocer la grandeza de Siena, Lovellian tomó el collar. Entonces, concentrándose, empezó a resonar con el mana del collar.
El mana existía en todo el mundo. La mayoría de los objetos también tenían una pequeña cantidad de él. Aunque fuera muy poca para mostrar efectos místicos, todavía era posible leer la memoria contenida en el mana.
—...Mmm...—un gemido escapó de los labios de Lovellian, concentrándose tanto que se le formaron gotas de sudor en la frente—...Realmente no hay nada. Parece ser un objeto de hace unos cien años. Esto es... ¿la capital? En el lado de la calle... se vendió ahí. Luego... mmm... no puedo leer nada más después de eso. Parece que la magia de la bóveda del tesoro impidió que el mana grabara más recuerdos.
—Hace cien años… —Gilead se quedó sin palabras.
—Alrededor de esa época, sí.
Eso significaba que ese collar se remontaba a varias generaciones. Actualmente, no quedaba nadie de esa época a quien preguntar por el origen del collar. Al final, sólo podía especular que el Patriarca de varias generaciones atrás había decidido preparar esto como una broma por alguna razón desconocida.
—Entonces, ¿qué vas a hacer con este collar? —preguntó Lovellian.
—Como no tiene ninguna magia imbuida en su interior, simplemente se lo daré a Eugenio. Después de todo, lo quería tanto que incluso dejó pasar la oportunidad de elegir un tesoro — explicó Gilead.
—No había necesidad de ir tan lejos, pero supongo que al chico le debió gustar mucho — Lovellian parecía perplejo.
—Bueno, no hay razón para que no lo tenga —respondió Gilead con una sonrisa.
Lovellian le devolvió la sonrisa y le entregó el collar.
Lovellian era el jefe de la Torre Roja de la Magia. Sin embargo, ni siquiera él podía descubrir que ese collar era el mismo que Hamel había llevado hace trescientos años.
La lectura del mana que había realizado había logrado engañarlo.

Capitulo 19.2

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