Capítulo 360: El Reino Demoníaco (1)

Maldita reencarnación (Novela)

Capítulo 360: El Reino Demoníaco (1)


 


 


 


—Encaja bastante bien— dijo Gondor con una expresión contenta. Había estado fumando una pipa, pero la dejó a un lado.


 


 


 


Ya habían pasado diez días desde que zarparon. Al ser un viaje más corto lo obligó a acelerar su trabajo de forja, pero la calidad no fue comprometida aun con el tiempo de trabajo reducido. Recortando incluso sus horas de sueño, Gondor logró completar las armaduras que le había encargado Eugene.


 


 


 


—Es increíblemente ligera—


 


 


 


—No hay obstáculos en el movimiento. Se siente como si no llevara nada puesto—


 


 


 


Ciel y Dezra exclamaron encantadas mientras inspeccionaban las armaduras. Ambas quedaron impresionadas por el diseño. A pesar de que la armadura cubría completamente el pecho y el abdomen, no sentían molestias cuando movían sus cuerpos.


 


 


 


Curiosa por la resistencia de la armadura, Ciel flexionó los dedos y convocó su fuerza de espada. Luego rozó suavemente la superficie de la armadura.


 


 


 


La fuerza de espada permaneció intacta contra la armadura, y el maná que rodeaba la armadura también permaneció intacto. La armadura en sí no parecía afectada, ni siquiera emitía una pizca de vibración. Sintiéndose asombrada, Ciel intensificó su fuerza de espada, pero incluso con eso, no apareció ni un solo rasguño en la armadura.


 


 


 


—Está hecha de escamas de un Dragón Antiguo, particularmente de uno que se sabe que es extremadamente antiguo. Un ataque de ese calibre no dejará marcas— explicó Gondor.


 


 


 


—Parece que no moriremos a causa de una espada— comentó Dezra, impresionada.


 


 


 


—No seas tonta, Dezra. Solo porque uses una buena armadura no significa que puedas ser imprudente. Después de todo, solo protege tu torso— dijo Ciel mientras desactivaba su fuerza de espada con un chasquido de su lengua.


 


 


 


Gondor se rió entre dientes mientras daba otra calada a su pipa: —De hecho. Si tuviéramos más tiempo, habría hecho una armadura de cuerpo completo— Suspirando, continuó: —Pero eso está más allá de nuestra capacidad—


 


 


 


Con la magia de Sienna, el viaje al Mar de Solgalta, que inicialmente habría durado alrededor de un mes, se redujo a casi la mitad. Salvo que tuvieran algún imprevisto, entrarían en las aguas del Mar de Solgalta en cinco días.


 


 


 


Ciertamente, es factible fabricar armaduras para las otras partes del cuerpo, pero Gondor tenía otra tarea urgente. Tenía que diseñar un guante para la mano izquierda de Carmen Lionheart, un trabajo que ella solicitó específicamente. Gondor planeaba comenzar inmediatamente para terminar a tiempo.


 


 


 


—Acerca de eso— dijo Ciel —Lady Carmen quiere que el emblema de los Lionheart esté grabado en la parte posterior del guante—


 


 


 


—Grabar… en las escamas de dragón… hmm, eso no es una tarea fácil. Hazle saber que terminaré su diseño después de la incursión— Gondor respondió después de una pequeña pausa.


 


 


 


La tarea de crear un guante a partir de cuero y escamas de dragón adaptadas a las articulaciones de los dedos ya es bastante desafiante en sí mismo. Para empeorar aún más las cosas, lo que Carmen busca no es un guante cualquiera, sino un arma de combate cuerpo a cuerpo capaz de golpear, agarrar y arañar. Hasta ahora, Carmen luchó únicamente con su Genocidio Celestial en su mano derecha. Pero sintió que eso no sería suficiente para la próxima batalla.


 


 


 


—¿Cómo le va a Sir Eugene? Ha sido raro ver su cara en estos días— se preguntó Gondor en voz alta.


 


 


 


Raimirea estaba recostada en un sofá a un lado de la habitación, pero al escuchar el nombre de Eugene, se enderezó. Se limpió un poco de hollín que tenía en los labios y exclamó: —¡Esta Dama ha estado usando su aliento incansablemente durante diez días! Esta Dama está trabajando muy duro, pero ¿¡por qué el Benefactor no ha venido a elogiarme!? —


 


 


 


—Eugene está muy ocupado— explicó Ciel.


 


 


 


—¡Esta Dama también está ocupada! Pero… si el Benefactor realmente está ocupado, esta Dama no le robará nada de su tiempo— murmuró Raimirea, algo cansada.


 


 


 


Ella se desplomó en el sofá, el cansancio era evidente en su forma de actuar. Raimirea había estado confinada en el taller de Gondor durante todo el viaje. Revelarse a los otros miembros de la tripulación estaba fuera de discusión, principalmente porque debía ayudar a Gondor con su aliento y su Magia Dracónica en el trabajo.


 


 


 


Una vez al día, Mer y Kristina, las únicas que estaban relativamente libres, venían de visita para ofrecerle un breve respiro. Pero Eugene no había puesto un pie en el taller. Es cierto que estaba… ocupado, pero es más aún porque detestaba salir de su habitación.


 


 


 


—Mer y mi madrastra mencionaron que el Benefactor ha estado mirando constantemente su anillo estos últimos días— comentó Raimirea.


 


 


 


—¿Tu madrastra…? — Ciel miró a Raimirea con una expresión burlona. No había necesidad de reflexionar sobre a quién se refería con ese título de madrastra. Los recuerdos de las múltiples bofetadas que había recibido y de quien la había consolado en silencio durante toda la noche surgieron en la mente de Ciel. De hecho, Kristina es una mujer digna de ser llamada madre.


 


 


 


—Hmm… parece estar tratando de averiguar algo de ese anillo— reflexionó Ciel.


 


 


 


—Cuando lo pulí, no parecía que nada estuviera mal— comentó Gondor.


 


 


 


—Tampoco estoy al tanto de los detalles— respondió Ciel. Pero era mentira. Ella ya sabía.


 


 


 


Agaroth, el antiguo Dios de la Guerra, le había mostrado a Eugene una visión a través de su artefacto divino, el Anillo de Agaroth. Es probable que fuera un recuerdo del pasado lejano. Pero ¿por qué Agaroth le había mostrado ese recuerdo a Eugene? Nadie sabía la razón exacta. Sin embargo, Ciel sabía una cosa con certeza: el antiguo Dios de la Guerra había elegido a Eugene.


 


 


 


“En esta era, es probable que no haya nadie más cerca de la guerra que tú”, pensó Ciel.


 


 


 


Ya sea en su vida pasada como Hamel o en esta vida como Eugene Lionheart, la guerra siempre estuvo presente a su alrededor.


 


 


 


Lo quisiera o no, las batallas siempre estallaron donde él estaba. No eran meras escaramuzas, sino guerras que tenían el potencial de remodelar la era. Estas guerras tenían la posibilidad de provocar un levantamiento, pero fueron evitadas gracias a la presencia y las victorias de Eugene.


 


 


 


¿Qué habría pasado si Eugene no hubiera estado presente en el Castillo del León Negro cuando Eward se rebeló?


 


 


 


¿O en el Bosque de Samar cuando Edmond aspiraba a convertirse en Rey Demonio?


 


 


 


Esos dos casos cercanos surgieron en la mente de Ciel. La Familia Lionheart habría caído y Eward se habría convertido en Rey Demonio sin la presencia de Eugene en el Castillo del León Negro. De manera similar, en el Bosque de Samar, Edmond habría logrado su objetivo de convertirse en Rey Demonio con la ausencia de Eugene.


 


 


 


Eugene ya había frustrado dos veces el ascenso de un nuevo Rey Demonio.


 


 


 


Pero Eugene se había visto envuelto en numerosas guerras, incluso en asuntos no relacionados con los Reyes Demonio, y cada una de ellas tenía la magnitud de inducir cambios significativos en los tiempos actuales.


 


 


 


“Qué distante…” Este pensamiento no pudo evitar cruzar por la mente de Ciel. Ella sentía una distancia inmensa entre ella y Eugene cada vez que contemplaba estos asuntos. En comparación con él y quienes lo rodeaban, Ciel se sentía insignificante.


 


 


 


Ella había cubierto su armadura negra con una capa, dándose cuenta de que el apodo de “Rosa Blanca” ya no le convenía. Con una leve sonrisa, salió del taller junto a Dezra.


 


 


 


Sin embargo, ella no quería simplemente mirarlo desde la distancia. Ella ya había tomado una decisión al respecto. Esperar desde la distancia, desear que él se acercara o cambiara de opinión sin hacer ningún movimiento, es algo absolutamente lamentable.


 


 


 


Ciel reflexionó sobre esos pensamientos antes de girar la cabeza con una sonrisa maliciosa y refunfuñar: —Si solo no fuera un príncipe—


 


 


 


—Sí, yo también deseo arrancarle los ojos— respondió Dezra con un tono burlonamente inexpresivo.


 


 


 


Las dos podían sentir una mirada descarada y persistente desde la distancia. Venía desde el buque insignia y, más precisamente, del Príncipe Jafar a bordo. Cada vez que Ciel aparecía en cubierta, el Príncipe Jafar la observaba descaradamente a través de su telescopio encantado.


 


 


 


—¿Por qué no viene a hablar si me va a mirar de ese modo? — dijo Ciel en un tono irritado.


 


 


 


—¿Aceptarías sus palabras? — Dezra se encogió de hombros y preguntó retóricamente.


 


 


 


—¿Crees que me he vuelto loca? Así podría decirle que se vaya a la mierda— respondió Ciel mientras deambulaba por la cubierta.


 


 


 


Ella pensó en entrar a la cabina interior, pero cambió de opinión. No quería molestar a Eugene ni a los demás que podrían estar concentrados en sus propias tareas.


 


 


 


—Vamos con Lady Carmen— dijo Ciel.


 


 


 


—¿Otra vez? ¡Ya entrenamos esta mañana…! — Dezra se quejó detrás de ella, pero Ciel lo ignoró y ni siquiera se molestó en responder.


 





 


* * *


 





 


El poderoso hechizo de Maise amplificó la velocidad de la flota. Cualquier sospecha que surgiera de ello era asunto de Ortus, mientras que la tarea de Sienna era evitar que se filtre la información de la expedición.


 


 


 


No hay traidores: esa fue la conclusión de Sienna. En los últimos días no faltaron las oportunidades para filtrar la información al exterior. Sorprendentemente, ningún mensaje procedía del Grupo Mercenario Slad, que posee magos de batalla. En cambio, hubo varios intentos de filtrar información sobre las fuerzas navales de Shimuin y de los diversos gladiadores que participan en la expedición.


 


 


 


Se habían diseñado dispositivos de comunicación de largo alcance impulsados por magia para informar la situación de la expedición al palacio real. Aun así, Sienna bloqueó audazmente esas comunicaciones, sin estar segura de si esa información eventualmente llegaría a Iris.


 


 


 


Sienna tenía poco que decir sobre los gladiadores. Ellos tenían varias razones detrás de sus intentos de filtrar información: ya sea para ganar dinero pasando informes al Gremio de Información o a la Agencia de Inteligencia de su propia nación. La expedición de subyugación de la Emperatriz Pirata estaba atrayendo la atención de todo el continente. Sin embargo, Sienna no tenía paciencia para esos asuntos.


 


 


 


—Me encantaría tirarlos a todos al mar— Sienna chasqueó la lengua mientras estaba sentada en el centro de un círculo mágico.


 


 


 


Ella se había limitado a solo bloquear la comunicación, ya que ocuparse de todas esas personas que intentaban filtrar la información probablemente le causaría problemas más adelante. Sin embargo, se sintió insatisfecha por no poder castigar a los perpetradores.


 


 


 


Afortunadamente, no había señales de que nadie estuviera en contacto con Helmuth… pero eso era una suposición. Sienna no tenía suficiente información para estar segura. De hecho, seguramente habría otras formas de comunicarse con Helmuth a través de otros canales indirectos.


 


 


 


—¿Cómo está la Princesa Scalia? — preguntó Sienna.


 


 


 


—No siento rastros de Poder Oscuro en ella. Sin embargo, su insomnio persiste— murmuró Kristina con los ojos entrecerrados desde su asiento frente a Sienna.


 


 


 


Scalia Animus había sido atacada anteriormente por la Reina de los Demonios Nocturnos. El íncubo que invadió la conciencia de Scalia fue asesinado frente a Eugene y Kristina.


 


 


 


Sin embargo, cualquier precedente exige cautela. Los demonios nocturnos se destacan en la explotación de las vulnerabilidades humanas y, una vez que encuentran una conexión, ellos podrían volver a interferir en momentos de inestabilidad mental.


 


 


 


—¿Crees que Noir Giabella podría intervenir? — preguntó Kristina, preocupada.


 


 


 


—No es imposible. Pero no creo que esa puta cause problemas— respondió Sienna.


 


 


 


Tanto Anise como Eugene estuvieron de acuerdo con esta teoría. Noir Giabella no se pondría del lado de Iris, pero tampoco ayudaría en la desaparición de Iris.


 


 


 


Continuando con sus pensamientos, Sienna dijo: —Esa puta sigue siendo la misma, ya sea hace 300 años o ahora. Está completamente obsesionada con la sensualidad y la atención. Además, sabe que Eugene es Hamel, ¿verdad? También sabe sobre mí. Kristina, ¿ella sabe sobre ti también? —


 


 


 


—Puede que no. O tal vez sí. No puedo estar completamente segura. Ella podría estar sospechando— respondió Kristina.


 


 


 


—No podremos ocultarlo para siempre. Llegados a ese punto, en lugar de fracasar a medias al intentar ocultarlo, será mejor golpearla fuerte— afirmó Sienna.


 


 


 


Eugene había estado escuchando en silencio la conversación, pero ahora torció sus labios en una sonrisa irónica.


 


 


 


Eugene no podía estar seguro, pero aún existía una posibilidad. Noir Giabella podría mostrarse durante esta batalla. De ser así, usaría el cuerpo de la Princesa Scalia como recipiente.


 


 


 


—Yo espero que ella se muestre— Kristina sonrió y luego volvió a cerrar los ojos, atrayendo la luz como siempre lo ha hecho. En armonía con la luz de Kristina, Sienna manipuló su maná.


 


 


 


Eugene extendió su mano izquierda. Akasha comenzó a resonar una vez más con el Anillo de Agaroth.


 


 


 


Grabado en Akasha se encuentra un Hechizo Dracónico grabado por Ariartelle con el fin de localizar a Raizakia. Si bien Raizakia ya ha sido encontrado y eliminado hace mucho tiempo, el hechizo permaneció inscrito en Akasha incluso después de haber cumplido su propósito. Hasta ahora, Eugene había utilizado eficazmente este Hechizo Dracónico. Le había resultado útil durante su búsqueda de la Fuente de la Luz. Cuando lo usó en la Espada de Luz Lunar, reveló una conexión misteriosa entre el Rey Demonio del Encarcelamiento y Vermut.


 


 


 


El Anillo de Agaroth.


 


 


 


Eugene había intentado usar el Hechizo Dracónico en el anillo numerosas veces, pero no vio nada.


 


 


 


“No, se va revelando poco a poco”, se corrigió Eugene.


 


 


 


Este Hechizo Dracónico revela la conexión de las cosas con el objeto en el que fue lanzado. Cuando lo usó con Raimirea, rastreó la ubicación de Raizakia, quien estaba unida a él por sangre. Cuando se lanzó sobre el artefacto divino de la Catedral de Tressia, la mandíbula de una antigua Santa, rastreó la Fuente de la Luz, lugar donde quedó la sangre de la Santa.


 


 


 


El Anillo de Agaroth.


 


 


 


En el presente, este anillo está entrelazado con Eugene. Antes de eso, estuvo con Ariartelle, e incluso mucho antes, era parte del tesoro de un dragón sin nombre.


 


 


 


Pero ellos no son los verdaderos dueños del anillo. Como sugiere el nombre “Anillo de Agaroth”, su maestro fue Agaroth.


 


 


 


“Está cada vez más cerca…”, pensó Eugene.


 


 


 


Luego cerró los ojos, concentrándose por completo en el Hechizo Dracónico.


 


 


 


“Se siente muy cerca”, pensó Eugene con confianza.


 


 


 


Eugene no logró ver nada cuando lo intentó nuevamente en la isla. E incluso después de embarcarse en el mar, siguió sin ver nada. Pero cuando se concentraba al extremo, podía “escuchar” sonidos.


 


 


 


Se oía el sonido burbujeante de las espumosas olas, el choque constante de las mareas y el viento que se arremolinaba profundamente y luego se liberaba.


 


 


 


Y desde ayer podía escuchar gritos. Puede sonar extraño, pero esos gritos… eran inquietantemente tranquilos. Desde un lugar inimaginablemente distante o profundo, sonaban como ecos atrapados que no podían escapar, susurros tan débiles y serenos que parecían seres muertos incapaces de enfurecerse contra su destino.


 


 


 


¡Aaaaah!


 


 


 


Eugene se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza. El barco siguió su rumbo, acercándose cada vez más a las aguas de Solgalta. En algún lugar en lo profundo, podría estar escondido el santuario de Agaroth.


 


 


 


¿Podría ser porque se estaban acercando? Los sonidos que antes eran inaudibles comenzaron a entremezclarse. Detrás del inquietante silencio, se oyeron gritos, no de calma sino llenos de desafío e ira.


 


 


 


Y no fueron solo gritos. Hubo sollozos que no pertenecían a una multitud. Solo un alma gimió en agonía.


 


 


 


Al final del prolongado lamento, resonó un ruido sordo, seguido de un sonido metálico.


 


 


 


Un sonido similar al de una puerta al cerrarse.


 





 


* * *


 





 


Ella tuvo otro sueño.


 


 


 


Había tenido ese sueño innumerables veces antes, tantas veces que había perdido la cuenta. Siempre fue el mismo sueño. La frecuencia del sueño aumentó con el tiempo, convirtiéndose en un asunto diario. No era una pesadilla sino un sueño dulce, nostálgico y muy tentador. Era un sueño del que no podía cansarse.


 


 


 


Una vez más, Iris vio una enorme y amable espalda. Una suave sonrisa brilló radiante y claramente a través de la brumosa neblina. El sueño siguió adelante, siguiendo los pasos de quien dirigía el camino.


 


 


 


Todos los hermanos se movían juntos en el sueño. Unos pasos más adelante, la gran silueta se fue distanciando gradualmente, proyectando una sombra que los envolvió a todos. Era un sueño en el que todos los hermanos contemplaban la espalda de su padre, a quien tenían el mayor respeto y amor.


 


 


 


Era una visión que no estaba en su memoria, pero fue creada como una revelación destinada en sus sueños. Pero no llegaron a estar juntos al final.


 


 


 


Al final del sueño, su padre se arrodilló. Iris y sus hermanos se acercaban a él, pero en ese momento, el mundo de los sueños fue devorado por el agua. Todo desapareció, ahogándose en las profundidades.


 


 


 


Su padre, Iris y sus hermanos, todos estaban perdidos.


 


 


 


“Es diferente”, Iris se dio cuenta.


 


 


 


El sueño era siempre el mismo.


 


 


 


Sin embargo, esta vez fue diferente. Mientras todo se hundía y desaparecía en la nada, un grito desgarrador resonó desde dentro de la espesa niebla. El grito desesperado se distorsionó, pero al final, cuando estuvo a punto de desaparecer, Iris logró discernir una sola frase: —Lo siento—


 


 


 


El sueño fue nostálgico y doloroso, además de desgarrador.


 


 


 


Esta vez, se sintió como una pesadilla.


 


 


 


Con un grito, Iris se despertó sobresaltada.


 


 


 


—¡Princesa! —


 


 


 


Alarmada por los gritos, una teniente elfa oscura entró corriendo. Jadeando, Iris se cubrió los ojos húmedos con ambas manos.


 


 


 


En medio de la oscuridad de sus manos, Iris vio lo que parecía estar buscando.


 


 


 


—¿Lo encontramos? — murmuró Iris sin aliento.


 


 


 


—Lo hemos encontrado, ¿no? — Iris preguntó una vez más, esta vez un poco más fuerte.


 


 


 


En la oscuridad, la silueta de una puerta empezó a tomar forma. 


 


 

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