Capítulo 378: El Abismo (2)

Maldita reencarnación (Novela)

Capítulo 378: El Abismo (2)


 


 


 


Ni siquiera un leve susurro de la voz de Tempest se pudo escuchar desde el momento en que comenzó la caída. Eugene levantó la cabeza para mirar hacia arriba, donde se reveló la “puerta” que se alejaba gradualmente. No fue Eugene quien la abrió. En realidad, la puerta se abrió por sí sola invitando a Eugene a entrar.


 


 


 


Eugene bajó la mirada sin ponerse nervioso. A pesar de forzar la vista, solo podía ver un abismo de profundidad inconmensurable ante él. No se podía ver lo que había debajo, en el fondo del abismo. Y no fue solo abajo, la puerta que había sido visible también había desaparecido, la oscuridad envolvió los alrededores mientras observaba de lado a lado.


 


 


 


Entonces, el paisaje se transformó en un instante.


 


 


 


Unas ruinas eran todo lo que se podía ver.


 


 


 


Levantar la cabeza y enfocar la vista para mirar más lejos no produjo mejores resultados.


 


 


 


Donde quiera que mirara, la destrucción prevalecía. El cielo estaba gris como si estuviera cubierto de densas nubes, pero era simplemente una ilusión.


 


 


 


El manto gris que cubría este mundo se parecía al cielo, pero no era el cielo.


 


 


 


En consecuencia, más allá de él no estaban ni el sol ni las estrellas. Este mundo era raro, pero quizás fue así desde el principio. Eugene sintió una agitación burbujeando en lo profundo de su pecho mientras descendía al suelo.


 


 


 


Lentamente, inspeccionó los alrededores. Los restos de los edificios derrumbados a su alrededor le parecían familiares y extraños a la vez. Eugene empujó suavemente una pared caída.


 


 


 


Con un simple toque, la pared se derrumbó violentamente, el sonido resonó en todo este mundo desolado. Eugene escuchó atentamente, esperando una respuesta, pero ningún movimiento o reacción vino después del ruido que se extendía.


 


 


 


—Está vació— murmuró Eugene con una sonrisa amarga.


 


 


 


¿Qué había estado esperando? ¿Que alguien pudiera permanecer en este mundo árido y silencioso? Ese era un pensamiento completamente absurdo al igual que cruel.


 


 


 


Su corazón seguía latiendo con furia y su mente estaba alborotada. Eso no fue parte del retroceso de Ignición. No fue un problema con su cuerpo. En cambio, su alma estaba siendo sacudida hasta lo más profundo. A pesar de la falta de caminos entre las ruinas, Eugene sabía instintivamente dónde estaban los caminos y hacia dónde debía dirigirse.


 


 


 


Pero sus pasos flaqueaban. Su voluntad estaba temblando.


 


 


 


Como le había dicho a Tempest, temía las revelaciones que este lugar pudiera ofrecer. ¿Quizás sería mejor no verlas y seguir adelante sin el peso del conocimiento?


 


 


 


—No, no puedo— se dijo Eugene resueltamente.


 


 


 


Eugene calmó su corazón tembloroso y obligó a sus reacios pies a avanzar. ¿Dudaba de su capacidad para manejarlo? ¿Manejar qué?


 


 


 


“La verdad”, admitió para sí mismo.


 


 


 


Eugene apretó los dientes.


 


 


 


Todo lo que apareció ante él fueron unas ruinas destrozadas hasta quedar irreconocibles. Sin embargo, si se aventuraba un poco más, encontraría algo tranquilizador, algo que evocaría sus recuerdos.


 


 


 


Eugene sabía de una época en la que estas ruinas no eran ruinas, una época en la que este mundo ahora sin vida rebosaba vitalidad.


 


 


 


Hace mucho tiempo, cuando esta ciudad había estado bajo el mando del Rey Demonio.


 


 


 


El Rey Demonio de la Furia tuvo cuatro hijos, sus nombres evadieron sus recuerdos. Sin embargo, estos nombres diferían de los que Hamel recordaba. Aun así, no eran seres tan diferentes de aquellos que el Rey Demonio de la Furia había adoptado y criado hace 300 años.


 


 


 


Kamash, Oberon, Sein e Iris: todos habían sido hijos de Furia nacidos de su sangre hace muchos años atrás.


 


 


 


Los cuatro habían encontrado su fin en esta ciudad.


 


 


 


Las llamas de la guerra habían envuelto ferozmente la ciudad y, aunque el Rey Demonio de la Furia resistió con vehemencia, finalmente sucumbió a la derrota. En el momento en que la ciudad fue tomada, optó por huir, pero sus descendientes se lanzaron al caos de la batalla con la esperanza de preservar la vida de su padre.


 


 


 


La guerra cesó con la retirada del Rey Demonio. Los humanos esclavizados por los demonios fueron liberados y sus lágrimas fluían mientras veneraban a la figura que había puesto fin a la guerra.


 


 


 


Y lo que estaba ante Eugene era… era un símbolo de una era radiante, una encarnación de la salvación que alguna vez fue venerado por la gente de la ciudad.


 


 


 


Eugene miró hacia adelante mientras estaba de pie.


 


 


 


En el pasado había brillado intensamente, siempre inmaculada y sin ser tocada por una mota de polvo. Cada día, al sonar la campana al mediodía, la plaza se llenaba de devotos que ofrecían oraciones, e innumerables peregrinos viajaban desde lejos para presenciarlo. La gente anhelaba convertirse en faros que iluminaran la época y prestarían fervientemente sus juramentos ante ella.


 


 


 


“…”, Eugene miró en silencio hacia adelante mientras recordaba el pasado.


 


 


 


La figura ante Eugene ahora era una antigua estatua.


 


 


 


Para ser completamente honestos, estaba lejos de ser una vista hermosa.


 


 


 


Sin embargo, no se pudo evitar. La estatua había sido tallada en los tumultuosos momentos que siguieron a la liberación de la ciudad por artesanos que habían sido esclavizados por el Rey Demonio y los demonios. Debido a su prolongada esclavitud, un odio y una furia profundamente arraigadas se había manifestado entre los artesanos.


 


 


 


Tales emociones naturalmente encontraron su liberación a través de su cincel y martillo los cuales moldearon la estatua. Tenía una fealdad que reflejaba la ira y la amargura que sentían hacia el Rey Demonio y los demonios, una fealdad que no podía ser embellecida.


 


 


 


Cuando por fin se completó la estatua, a pesar de no tener carne o sangre mezclada con sus materiales, su hedor se impregnaba en el aire a su alrededor.


 


 


 


Pero esa fue una historia de hace demasiado tiempo.


 


 


 


La estatua había perdido su antigua gloria, junto con el desvanecimiento de esa brillante era. Ahora estaba llena de polvo y estropeada por las grietas y golpes. Ya no relucía su aura radiante.


 


 


 


Eugene inspeccionó el montículo hecho de cadáveres de demonios. Los rostros esculpidos que alguna vez fueron representados con dolor y horror fueron en gran medida erosionados por el tiempo, sus rostros tenían expresiones confusas y estaban rotos.


 


 


 


Eugene levantó lentamente la mirada y fijó sus ojos en algo sobre el montículo.


 


 


 


Allí estaba sentado un hombre, con una gran espada desafilada colgada del hombro.


 


 


 


Ese era Agaroth, el Dios de la Guerra.


 


 


 


Era el hombre a quien se le había dado tal título.


 


 


 


Eugene recordó el momento en que se creó la estatua. Los artesanos canalizaron su ira, odio e intención asesina mientras tallaban los cadáveres de los demonios, pero infundieron su alegría, fe y esperanza al dar forma a Agaroth.


 


 


 


No se podía evitar, porque Agaroth era el salvador de esta ciudad. Si él no hubiera iniciado la guerra, la ciudad habría permanecido bajo el tiránico gobierno del Rey Demonio de la Furia indefinidamente.


 


 


 


Agaroth…


 


 


 


Él había apreciado esta estatua, aunque nunca lo mostró abiertamente. Le resultaba algo embarazoso admirar abiertamente un gran monumento de sí mismo.


 


 


 


Cuando la estatua fue presentada por primera vez, Agaroth había mantenido una expresión severa en medio de los ciudadanos libres y alegres. Él no había podido reír abiertamente.


 


 


 


“Ugh…”


 


 


 


Eugene sintió una oleada de náuseas. Luego apareció un dolor punzante en su cabeza. Jadeando en busca de aire, Eugene se agarró el pecho.


 


 


 


Aparentemente estaba solo en ese lugar, pero sus oídos fueron inundados por innumerables sonidos que resonaban en su mente: el choque del metal, sonidos de cortes, perforaciones y roturas, gritos de angustia, atronadores gritos de guerra, el tintineo de vasos de licor y risas.


 


 


 


Todo lo que escuchó fueron los sonidos de la guerra.


 


 


 


Eugene apretó los dientes con fuerza y se obligó a levantar la cabeza una vez más.


 


 


 


Ante él se encontraba la estatua destrozada, cuyo rostro meticulosamente tallado era apenas reconocible. Intentar visualizar el rostro de Agaroth a partir de los restos de la estatua parecía una tarea imposible.


 


 


 


Sin embargo, Eugene recordaba vívidamente como solía ser. Él ni siquiera necesitaba imaginar el rostro de Agaroth.


 


 


 


Sentado sobre un montículo de cadáveres estaba el hombre que había vislumbrado en el Cuarto Oscuro, una visión otorgada a través del Anillo de Agaroth. En ese momento, él había echado un vistazo a los recuerdos de Agaroth.


 


 


 


¿Pero realmente había tenido una visión sobre alguien más?


 


 


 


Eugene levantó las manos y trazó los contornos de su propio rostro.


 


 


 


“Es diferente”


 


 


 


A pesar de que ambos tenían dos ojos, nariz y boca, los rostros de Agaroth y Eugene Lionheart no se parecían. Tampoco se parecía al de Hamel Dynas.


 


 


 


Sin embargo, los tres eran iguales, distintos en carne, pero idénticos en espíritu.


 


 


 


—Soy yo— murmuró Eugene.


 


 


 


Luego dejó caer sus manos.


 


 


 


—Yo era Agaroth— la voz de Eugene era tranquila mientras expresaba una verdad olvidada hace mucho tiempo.


 


 


 


La Iglesia de la Luz es la religión predominante de esta época. Según sus sagradas escrituras, el Dios de la Luz fue el primero en ser considerado dios en este mundo.


 


 


 


En un pasado distante, antes de que apareciera la civilización en el continente, antes de la existencia de los Reyes Demonio, una época tan antigua que los límites entre demonios, monstruos y bestias eran indistinguibles y a todos ellos se les llamaba simplemente monstruos. Durante ese período, el sol iluminaba el cielo, pero cuando caía la noche, los humanos solo podían encogerse en silencio en la oscuridad, porque el fuego de esa época, aunque era caliente, no podía emitir luz.


 


 


 


Los humanos habían sido profundamente frágiles en comparación con los monstruos.


 


 


 


Cada monstruo nació de la oscuridad y eran los amos de la noche. Los frágiles humanos se unían para enfrentarlos, pero los intentos fueron en vano.


 


 


 


A medida que más humanos eran consumidos y el miedo a los monstruos crecía, los días se acortaban y las noches se alargaban. Esto resultó en un aumento en el número de monstruos y una disminución de la población humana.


 


 


 


Justo cuando la esperanza parecía completamente perdida, una luz divina descendió de los cielos. Apareció un dios. El dios disipó la oscuridad y regaló su brillo a las cálidas llamas, reescribiendo la historia que ahora es conocida por todos.


 


 


 


Esta es la historia de origen de la era actual.


 


 


 


Esto fue un período posterior a la era de los mitos cuando vivió Agaroth.


 


 


 


Eugene no podía imaginar cómo comenzó esta era. Los recuerdos que surgieron en su mente pertenecían a una era mucho más antigua, una época que en cierto modo se parecía a la situación de hace 300 años.


 


 


 


Los demonios y Reyes Demonio residían en el otro extremo del continente. Cada raza había vivido rodeada de los suyos, existiendo un límite claro entre el mundo de los humanos y los demonios.


 


 


 


Luego, en un momento, los Reyes Demonio y los demonios cruzaron la frontera. Invadieron, conquistaron y gobernaron el mundo humano.


 


 


 


Fue en ese momento que nació Agaroth, un tiempo donde la resistencia luchaba contra la invasión y el dominio de los Reyes Demonio. El joven Agaroth tomó una espada y entró valientemente en el campo de batalla.


 


 


 


Él había pasado la mayor parte de su vida en el campo de batalla.


 


 


 


Había experimentado derrotas, pero las victorias fueron mucho más numerosas. Todos los enemigos que enfrentaba en batalla pertenecían a la raza demoníaca. La espada de Agaroth avanzaba buscando a los Reyes Demonio, cada uno conocido por nombres diferentes, y muchos encontraron su fin en sus manos.


 


 


 


—No estoy seguro de si lo recuerdas— se acercó una voz que resonaba como una perdición inminente. —No pudiste matar al Rey Demonio de la Furia. Habrías ganado si hubieras luchado contra él, pero el Rey Demonio de la Furia huyó antes de que la batalla pudiera tener lugar—


 


 


 


El sonido de cadenas arrastrándose resonó siniestramente a su alrededor


 


 


 


—Después de perderlo todo, el Rey Demonio de la Furia vino a mí y me suplicó. Él abandonó su orgullo y se inclinó en señal de sumisión. Luego rogó que se cumpliera su único deseo. ¿Sabes cuál fue? —


 


 


 


—Venganza— respondió Eugene sin darse la vuelta.


 


 


 


El Rey Demonio del Encarcelamiento levantó la mirada, apartando su atención de la espalda de Eugene para fijar sus ojos en la antigua y desgastada estatua.


 


 


 


El Rey Demonio del Encarcelamiento fabricó una silla con sus cadenas. Con una expresión estoica, se sentó en ella.


 


 


 


—Pero ni siquiera logró eso— dijo Encarcelamiento en tono neutral.


 


 


 


Eugene apretó los puños con fuerza.


 


 


 


Agaroth se había embarcado en una aventura de enormes proporciones para conquistar el Reino Demoníaco por completo. Él nunca dudó de la viabilidad de semejante propósito. Como dijo el Rey Demonio del Encarcelamiento, Agaroth había sido venerado como el Dios de la Guerra en esa época. Había nacido humano, pero alcanzó la divinidad a través de la adoración y la reverencia generalizada.


 


 


 


Con seguidores que cantaban himnos sobre su santa cruzada, vestían armaduras y empuñaban sus espadas, Agaroth buscó erradicar a todos los Reyes Demonio y los de su especie del mundo, aspirando a un dominio absoluto sobre el Reino Demoníaco.


 


 


 


—Pero como siempre ocurre, el final llegó abruptamente. Llegó antes de que el Rey Demonio de la Furia pudiera encontrarte, antes de que tú, el venerado Dios de la Guerra, pudieras marchar contra mí con tu espada desenvainada. El final de todo llegó inesperadamente— el Rey Demonio del Encarcelamiento continuó su narración.


 


 


 


Él lo recordaba bien.


 


 


 


Verdaderos “monstruos” habían surgido del otro extremo del mundo.


 


 


 


Los monstruos carecían de razón. No buscaban conquistar e infundir miedo a los humanos, sino masacrarlos sin pensar. Los monstruos no estaban impulsados por la razón sino por un impulso primordial de violencia, una horrible naturaleza que era tanto su razón de ser como su disposición innata.


 


 


 


A medida que estos monstruos surgieron, se extinguieron innumerables vidas humanas. Agaroth, que se estaba preparando para la siguiente batalla, después de haber derrotado al Rey Demonio de la Furia, se encontró no dirigiéndose hacia el Rey Demonio del Encarcelamiento como estaba previsto, sino que se lanzó a una guerra contra estos monstruos incomprensibles.


 


 


 


Agaroth logró numerosas victorias. Los monstruos eran incluso más fáciles de derrotar en comparación con los Reyes Demonio.


 


 


 


Pero cuando el acto de matarlos y lograr la victoria se convirtió en algo natural, las cosas cambiaron.


 


 


 


Los recuerdos del Cuarto Oscuro comenzaron a superponerse a sus recuerdos.


 


 


 


Eugene recordó la visión de una cantidad inimaginable de cadáveres, cientos… miles de ellos esparcidos por el campo de batalla como basura común.


 


 


 


Él recordó.


 


 


 


Un ente confuso de colores entremezclados y sin forma clara plagaba su visión, una visión demasiado compleja para ser comprendida, o tal vez, algo que se negaba a comprender.


 


 


 


Tal como sucedió hace 300 años, la aparición del Rey Demonio de la Destrucción sumió todo en la desesperación.


 


 


 


El Rey Demonio de la Destrucción era una existencia que nunca debería participar en la batalla, un Rey Demonio como ningún otro, un ser construido a partir de pura desesperación y miedo. Sin embargo, la diferencia crucial con respecto a hace 300 años fue que Agaroth se había negado a huir.


 


 


 


Aunque un torbellino de desesperación y terror había amenazado con tomar el control, Agaroth se había lanzado hacia la destrucción inminente. Todos los soldados que siguieron a Agaroth lo hicieron con una confianza implacable, avanzando incluso cuando el miedo provocaba gritos de horror en su interior.


 


 


 


—Tu guerra fue larga, pero finalmente terminó en derrota— explicó el Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


“Muerte”


 


 


 


El Rey Demonio del Encarcelamiento continuó: —Te arrodillaste ante la inevitable destrucción, un adversario al que nunca podrías desafiar. Las bestias de la destrucción masacraron no solo a tus seguidores sino a todos los individuos de esa época—


 


 


 


Eugene giró la cabeza para ver al Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


Sentado en un trono forjado con cadenas, el Rey Demonio del Encarcelamiento inclinó la cabeza y comentó con un vago gesto: —El Rey Demonio está acostumbrado a ello—


 


 


 


“…”, Eugene simplemente escuchó en silencio la historia de su vida pasada.


 


 


 


—Incluso el Rey Demonio de la Furia tuvo que aceptarlo eventualmente. La destrucción siempre llega de repente… como una ley ineludible. Incluso los Reyes Demonio pueden hacer poco en esa situación— continuó el Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


—¿Es por eso que te quedaste aquí? — preguntó Eugene.


 


 


 


—Eso fue un acuerdo con el Rey Demonio de la Furia— respondió el Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


—No tenías ninguna razón para concederle eso— replicó Eugene.


 


 


 


—¿Una razón…? — Una rara sonrisa apareció en el rostro del Rey Demonio del Encarcelamiento. —No te corresponde a ti juzgar. El Rey Demonio de la Furia me hizo una pregunta. Yo presenté mis condiciones y así se llegó a un acuerdo formando una promesa. Eso es todo lo que puedo decir sobre eso—


 


 


 


El Rey Demonio de la Furia tenía un gran interés en esta ciudad. Fue aquí donde enfrentó la derrota, huyó y perdió a sus hijos.


 


 


 


—Encerré el estatus y el Poder Oscuro del Rey Demonio de la Furia en esta ciudad para que algún día, como él deseaba… alguien digno, un hijo que llevara su sangre, pudiera heredarlos cuando llegaran a estas aguas— explicó el Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


—¿Qué hay del Rey Demonio de la Furia de hace 300 años? — preguntó Eugene.


 


 


 


—El Rey Demonio de la Furia que encontró su fin en tus manos me hizo la misma pregunta— respondió el Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


El Rey Demonio del Encarcelamiento se había negado a responder a la pregunta. Sin embargo, ya no había motivo para no dar una respuesta.


 


 


 


—Era un contrato—


 


 


 


Iris había anhelado una respuesta a esa pregunta.


 


 


 


Si el Rey Demonio del Encarcelamiento hubiera dado una respuesta, Iris no se habría quedado en estas aguas. Ella no se habría quedado allí para escuchar la verdad.


 


 


 


—El Rey Demonio de la Furia hizo un pacto conmigo. Él deseaba que cuando renaciera, conservara todos los recuerdos de su vida anterior—


 


 


 


Ante esta respuesta, los labios de Eugene se torcieron.


 


 


 


—No fue una solicitud difícil. Fue mucho más simple que sellar el poder y el estatus del antiguo Rey Demonio en la ciudad, especialmente para mí. Al final, el reencarnó en un demonio, tal como deseaba, conservando los recuerdos de su vida pasada. Luego reunió poder para redescubrirse a sí mismo a partir de sus recuerdos y se convirtió en un Rey Demonio una vez más— explicó el Rey Demonio del Encarcelamiento.


 


 


 


“…”, Eugene escuchó sin decir una palabra mientras procesaba la información.


 


 


 


—El pago se recibió en forma de alma— dijo el Rey Demonio del Encarcelamiento con una sonrisa. —Como suele ocurrir, el alma es la entidad misma. Para intercambiarla, se necesita un firme acuerdo y su sumisión. Es imposible que un Rey Demonio tome posesión del alma de otro Rey Demonio. Normalmente, entidades como los Reyes Demonio eligen la aniquilación total antes que la sumisión—


 


 


 


—¿Fuiste tú? — Eugene logró abrir la boca con dificultad. —¿No fue Vermut quien me reencarnó, sino tú? —


 


 


 


—¿Dudas de Vermut? — preguntó el Rey Demonio del Encarcelamiento mientras conservaba su sonrisa. —¿O te incomoda pensar que tu alma y tus recuerdos fueron manipulados por un Rey Demonio como yo? — 


 


 


 


Capítulo 378: El Abismo (2)

Maldita reencarnación (Novela)