Capítulo 292

Maldita reencarnación (Novela)

Capítulo 292: La Huella del Dios de la Tierra (6)

El recipiente físico de Edmond seguía sucumbiendo gradualmente a la destrucción. Consumido por una desesperación abrumadora, buscó fervientemente en su entorno, anhelando una ruta de escape de esta sombría situación. Sin embargo, incluso con su conciencia elevada a un estado de trascendencia parcial, Edmond no pudo encontrar ningún medio para escapar de la angustiosa circunstancia que lo envolvió.

Sin embargo, si fuera a pedir ayuda y se le concediera asistencia, entonces…

“Su Majestad, Rey Demonio”

Edmond rogó desesperadamente. ¿No odiaría el Rey Demonio del Encarcelamiento perder a un subordinado destacado?

Edmond tenía una convicción inquebrantable de su propio valor. En lugar de ser cosechado como un alma después de morir, Edmond prefirió vivir su vida para que el Rey Demonio tomara en cuenta su lealtad.

“Por favor, por favor…”, rogó Edmond.

Desafortunadamente, su súplica quedó sin respuesta y la dura realidad que enfrentó hizo que Edmond se desesperara aún más. El Rey Demonio del Encarcelamiento le había permitido a Edmond buscar su transformación para convertirse en un Rey Demonio. De hecho, el Rey Demonio cumplió con la solicitud de Edmond y le otorgó el Poder Oscuro suficiente.

No obstante, el Rey Demonio del Encarcelamiento mantuvo una postura peculiar, absteniéndose de brindar cualquier tipo de asistencia directa o interferencia en los esfuerzos de Edmond. Incluso si Edmond hubiera logrado convertirse en Rey Demonio, el Rey Demonio del Encarcelamiento no habría interferido. Sin embargo, si Edmond fallara y muriera… el Rey Demonio del Encarcelamiento no se vería afectado, estaría sin sentir el más mínimo rastro de arrepentimiento.

Así es el Rey Demonio del Encarcelamiento y, a pesar de querer convencerse de lo contrario, Edmond también sabía esta verdad.

Edmond se aferró al ferviente deseo de percibirse a sí mismo como alguien excepcional, fomentando la esperanza de que el Rey Demonio del Encarcelamiento le tendería una mano en su momento de necesidad. Sin embargo, su súplica desesperada resonó en el vacío y se encontró con nada más que un silencio ensordecedor.

Cuando el ataque final de la Espada de Luz Lunar se estrelló contra él, la preciada forma física de Edmond fue completamente borrada, reducida a nada. Sin embargo, en medio de los escombros, Vladmir se quedó atrás.

Vladmir, un bastón creado con las manos del Rey Demonio del Encarcelamiento, ascendió con grandeza entre la luz lunar dispersa. Eugene agitó su espada una vez más para destruir ese terrible objeto.

Sin embargo, en un giro inesperado de los acontecimientos, momentos antes de que el toque radiante de la luz lunar pudiera envolver al bastón, se desarrolló un fenómeno inquietante. Un Poder Oscuro de color carmesí surgió de su núcleo, del Corazón de Dragón. La siniestra energía se materializó en intrincadas cadenas que se enrollaron alrededor de Vladmir, formando una barrera impenetrable que desafió la intención destructiva de la luz lunar.

En un instante, las cadenas que envolvían a Vladmir se desvanecieron en el aire, llevando consigo ese enigmático bastón. La frustración se grabó profundamente en el rostro de Eugene cuando aterrizó en el suelo, sus dientes rechinando de irritación. A pesar de negarse a intervenir en la muerte de Edmond, el Rey Demonio del Encarcelamiento había logrado recuperar a Vladmir.

—Maldito bastardo— escupió Eugene mientras sacaba una daga de su capa. Edmond había gritado el nombre de Balzac antes de su muerte. Estaba claro que el ritual había fallado debido al truco de Balzac.

Eugene permaneció en la incertidumbre con respecto a las acciones de Balzac, pero una cautela subyacente persistió dentro de él. La sospecha arrojó una sombra sobre sus pensamientos, contemplando la posibilidad de que Balzac hubiera buscado usurpar la codiciada posición de Rey Demonio al privar a Edmond de su ritual.

“Pero no creo que eso sea cierto…”

Si Balzac hubiera logrado convertirse en Rey Demonio, el Poder Oscuro que se mantiene canalizando Cegar habría sufrido un cambio. Sin embargo, la Firma de Balzac permaneció igual que antes.

Eugene levantó la daga mientras miraba a su alrededor.

—Por favor, déjame vivir—

Eugene escuchó una voz detrás de él. Él encontró a Balzac saliendo del suelo —No he hecho nada para que tengas que hacerlo—

Balzac parecía genuinamente agraviado. Eugene lo miró a la cara sin soltar la daga.

—¿Desde cuándo has estado aquí? — preguntó Eugene.

—He estado aquí desde que comenzaste a atacar a Edmond— respondió Balzac.

—¿Por qué estabas allí abajo sin decir nada? — preguntó Eugene.

—Porque sabía que Edmond se impacientaría si no sabía dónde estaba— respondió Balzac.

—Deberías haber dicho que estabas aquí— replicó Eugene.

—No podría haber hecho eso debido a la forma en como me escondí— respondió Balzac con una sonrisa amarga.

—¿Qué hiciste? — preguntó Eugene.

—Desvié una parte de los sacrificios que se obtenían externamente y también interferí con una parte del ritual— respondió Balzac.

—¿Interferiste en el ritual? —

—No fue nada grande. Simplemente cambié un poco el ritual para que Edmond cometiera un error después de perder la calma— dijo Balzac mientras se inclinaba hacia Eugene —Todo fue gracias a que usted lo empujó a tal situación, Sir Eugene—

—No tenías que interferir con el ritual— dijo Eugene, apuntando la daga a Balzac —Si tu objetivo era perturbar el ritual, entonces habría sido suficiente desviar los sacrificios, ¿verdad? En cualquier caso, eso habría retrasado el ritual y podría haber matado a Edmond—

—Tal vez sí— coincidió Balzac con una reverencia, a pesar de que las palabras de Eugene eran demasiado exageradas.

Eugene miró a Balzac con una expresión cansada y luego retiró su daga —¿Puedes retirar tu Firma ahora? —

Su mirada recorrió el campo de batalla, observando la sombría escena mientras la guerra se acercaba a su amarga conclusión. Con la muerte de Edmond, la fuente de Poder Oscuro que alimentaba a los guerreros de la Tribu Kochilla se había extinguido, privandolos de su formidable fuerza. Los guerreros supervivientes, exhaustos hasta la médula, lucharon por mantenerse erguidos, sus cuerpos estaban destrozados por el agotamiento y el tormento, sus gritos de angustia eran silenciados por su abrumador sufrimiento.

—¡Kyajajaja! —

Eugene pudo ver a Melkith gritando de risa en la distancia. Ella mostró una presencia abrumadora en el campo de batalla, lanzando rayos y nubes de fuego a su alrededor. Detrás de ella estaban las invocaciones de Lovellian, y al otro lado, Evatar balanceó su hacha sin ningún indicio de agotamiento.

Eugene apartó la mirada y luego buscó a Cyan.


* * *


Héctor poseía una rapidez sin igual, su forma colosal emanaba poder y fuerza, mientras que su cantidad de brazos le otorgaba una clara ventaja sobre las limitaciones del físico humano. Era innegable que Héctor superaba a Cyan en fuerza y destreza en todos los aspectos.

Esa innegable verdad no pasó desapercibida para Cyan; él también reconoció la gran brecha que los separaba. Sin embargo, a pesar de la diferencia de poder, Cyan se vio incapaz de ceder. Entendió que retirarse significaría perder algo de profundo significado para él.

Ese algo, pensó Cyan, era probablemente su orgullo.

Héctor se encontraba entre las filas de los que habían traicionado al Clan Lionheart, empañando su honor. Sin embargo, Cyan no había llevado a ninguno de estos traidores ante la justicia con sus propias manos.

Eward y Dominic encontraron su muerte a manos de Eugene, mientras que Cyan, que quedó inconsciente e indefenso durante ese fatídico momento, no pudo intervenir.

Cyan no podía permitir que se repitiera el pasado. Incluso si se veía forzado a la derrota debido a su debilidad, Cyan no quería darle la espalda a Héctor, un traidor a la familia.

Sin inmutarse, Cyan siguió adelante, cada paso estaba cargado con un propósito profundo. El orgullo, su creencia inquebrantable, una misión sagrada y una gran variedad de razones lo impulsaron hacia adelante. Agarrando su espada con una determinación feroz, desató su poder con toda la fuerza y malicia hirviendo que corría por sus venas.

En un sentido profundo, la batalla ante él se convirtió en una oportunidad a través de la cual Cyan buscó validarse a sí mismo. El significado no residía en poner su vida en juego sino en el acto de vencer personalmente a Héctor. Al acabar con la vida de su formidable adversario con sus propias manos, Cyan anhelaba ser testigo de una realización tangible de su progreso.

Sus recuerdos se desvanecieron como una brisa fugaz, dejándolo incapaz de recordar la manera precisa en la que contrarrestó el ataque implacable de Héctor. Los detalles de su defensa, su parry, los desvíos, los contraataques, como empujó su espada, el evadir con agilidad, saltar con precisión y ejecutar maniobras perfectas, todo permaneció envuelto en la niebla de un recuerdo olvidado. No obstante, persistió en el feroz combate, sus acciones eran impulsadas únicamente por el instinto, Cyan ya no estaba consciente de sus propios movimientos fluidos en el fragor de la batalla.

En cierto punto de la batalla, un calor ardiente surgió de las profundidades de Cyan, inundando su cuerpo con una vitalidad renovada. Sorprendentemente, a pesar de los movimientos incesantes sin descanso, el cansancio no lo afectó. Por el contrario, su postura se volvió cada vez más sólida con cada movimiento, impulsada por una oleada de energía vigorizante. En ese extraordinario momento, pareció como si el tiempo mismo se hubiera desacelerado, otorgándole la capacidad de anticipar y evitar por poco el ataque inminente de Héctor, tal amenaza a su garganta fue evitada por poco.

No importa cuántas veces la espada de Cyan atravesó el cuerpo de Héctor, el traidor permaneció inmune al letal agarre de la muerte. Sus heridas se cerraron instantáneamente, lo que le permitió persistir a los ataques implacables e incesantes. Los gritos de Héctor resonaron en el aire, pero Cyan no tomó en cuenta sus palabras. Las declaraciones de un traidor, una criatura miserable que ha abandonado su propia humanidad, no tenían valor ni significado para Cyan.

En marcado contraste con la resiliencia perdurable de Héctor, Cyan, condicionado por sus limitaciones humanas, soportó la carga de sus heridas. Cada golpe infligido sobre él extraía sangre de sus labios y sus extremidades gradualmente fallaban en su función. Aunque empleó hábilmente su escudo para evitar golpes fatales, una multitud de heridas menores se acumularon, y todo ese peso continúo agobiándolo.

Sin embargo, en un momento crucial, percibió un fenómeno notable. Sus heridas se curaron milagrosamente, como si hubieran sido cubiertas por el benévolo toque de la magia divina. Se hizo evidente que Kristina lo había ayudado con sus poderes curativos. Abrumado por la gratitud, el corazón de Cyan se llenó de aprecio por esta intervención divina.

Su espada se rompió.

Él reemplazó su espada con la fuerza de espada, pero la destrucción de su arma hizo que sus ataques se volvieran superficiales. El Poder Oscuro de Héctor compensó y debilitó la fuerza de espada de Cyan.

Había muchas espadas en su entorno, que alguna vez pertenecieron a guerreros que ahora están muertos. Sin embargo, Cyan no tuvo tiempo de buscar una nueva arma.

Para su asombro, la necesidad de ayuda se disipó con un golpe del destino. Rápidamente, una espada se materializó ante él, su brillante presencia era innegable. No era otra que Wynnyd, la Espada Tormenta, el arma que Eugene había conseguido de la bóveda del tesoro del Clan Lionheart. Sin dudarlo un momento, la mano de Cyan instintivamente cubrió la empuñadura de la espada.

—Oye— dijo Cyan mientras permanecía inmóvil como una estatua, totalmente desconcertado.

Héctor estaba muerto.

Los detalles de la muerte de Héctor eludían los recuerdos de Cyan, oscurecidos por un velo de incertidumbre. Desde el momento en que su mano agarró la empuñadura de Wynnyd, sus recuerdos se volvieron confusos.

Sabía que había peleado bien. Incluso antes de la llegada inesperada de Wynnyd, sus habilidades de combate habían mejorado notablemente. Sin embargo, llegado el momento, cuando asestó el golpe fatal a Héctor, una peculiar sensación lo envolvió. Era como si… no hubiera sido él mismo al final.

Todavía estaba débilmente en contacto con la realidad. Aunque su memoria fallaba, él había sido quien mató a Héctor. Cyan pensó que había superado sus límites durante la pelea.

Se había vuelto más fuerte luchando.

Entonces, él podría volverse aún más fuerte.

Cyan miró el cadáver de Héctor. Héctor había gritado algo en el momento de su muerte, pero como antes, sus palabras no habían llegado a los oídos de Cyan. Cyan no tenía intención de escuchar la voluntad de un monstruo.

Después de un momento, Cyan volvió a dirigir su mirada a Wynnyd, que todavía estaba a su alcance. Intentó ocultar la sonrisa que amenazaba con salir a la superficie y giró la cabeza.

—¿Viste eso? —

Sin embargo, su intento fue inútil. En el momento en que giró la cabeza, terminó sonriendo de inmediato. Cyan continuó con una sonrisa mientras miraba a Eugene —Lo viste, ¿verdad? Si me enviaste a Wynnyd es porque lo viste—

—Sí, sí— respondió Eugene.

—Sabes, es un poco vergonzoso decirlo, pero luché muy bien. En realidad, sentí que no era yo mismo cuando estaba blandiendo mi espada… ese bastardo de Héctor estaba balanceando sus brazos, pero nada de eso logró herirme— continuó Cyan.

—Creo que te hirieron bastante— respondió Eugene. El uniforme de Cyan estaba cubierto de sangre. Después de escuchar el comentario de Eugene, Cyan agitó los brazos.

—No es mi sangre. Es de Héctor y… Oh… es la sangre de los otros tipos que maté. Mira, no tengo ni un rasguño en mi cuerpo— dijo Cyan.

—Los hubo, pero te trataron— señaló Eugene.

—Cualquiera que sea el caso, no hay heridas ahora, ¿verdad? ¿Entonces, cómo estuvo? — preguntó Cyan.

—Luchaste bien— respondió Eugene.

—¿Eso es todo? ¿No puedes decir algo más? ¡Mira atentamente, yo maté a Héctor! — gritó Cyan.

—Bien hecho—

—Creo que algo ha cambiado en la Fórmula de la Llama Blanca también… ¿Cómo puedo explicarlo…? Siento que estoy justo en el medio de la Cuarta y Quinta Estrella… no, siento que estoy más cerca de la Quinta Estrellas… puedo sentirlo. Creo que alcanzaré la Quinta Estrella si voy un poco más allá— dijo Cyan con gran entusiasmo.

Eugene asintió, sintiéndose un poco satisfecho con lo que vio —Has crecido mucho—

—¿Qué estás diciendo? Ya soy mayor— Cyan se calmó un poco antes de responder. Se sintió bastante avergonzado después de escuchar el cumplido de Eugene.

Los dos tenían la misma edad y, técnicamente, Cyan es un poco mayor que Eugene por unos meses. Aun así, hubo momentos en los que Eugene actuó como un anciano. Por lo general, era cuando actuaba a la antigua y regañaba a los demás, pero… no se sentía tan mal poder escuchar cumplidos como este.

—Ten— Cyan chasqueó los labios con arrepentimiento mientras devolvía a Wynnyd —Es una buena espada. Los vientos… salen disparados como la fuerza de espada—

—No te la voy a dar— dijo Eugene rotundamente.

—¿Yo te pregunte eso? — Aunque Cyan esperaba empuñar la espada una vez más en el futuro, se aseguró de ocultar sus pensamientos.

[No puedo creer que hayas permitido que alguien sin contrato use a Wynnyd]

Tan pronto como Eugene recibió a Wynnyd, escuchó a Tempest quejarse.

“Considerando eso, lo ayudaste bastante”

[Cyan podría haber muerto si no lo hubiera hecho. Si hubiera muerto, Hamel, ¿crees que me hubieras dejado en paz?]

“Por supuesto que no”

No quería pensar en eso, pero si Cyan hubiera muerto… Eugene habría tenido como prioridad romper a Wynnyd en dos. Como si leyera los pensamientos de Eugene, Wynnyd se estremeció minuciosamente.

[Ejem… Esto… no creo que fuera tan malo. Se queda corto contigo o con Vermut, pero pude sentir algo de potencial en Cyan]

“Es como si hubiera cambiado, ¿verdad?”

[No es suficiente para llamarlo un despertar, pero sí, se ha vuelto lo suficientemente fuerte como para romper el muro. Si puede asimilar el estado de trance que alcanzó en la batalla, entonces creo que obtendrá la dignidad y el poder acorde con el título del próximo Patriarca del Clan Lionheart]

Tempest murmuró, luego suspiró de repente. Fue a causa de Melkith. Ella continuaba arrasando el campo de batalla, a pesar de que la cortina de oscuridad se levantaba lentamente. Los guerreros de la Tribu Kochilla ya no oponían resistencia, pero sus llamas y rayos los destruyeron sin piedad.

[No puedo creer que el humano que firmó un contrato con tres Rey Espíritu sea… alguien así…]

“¿No eres tú el raro ahora?”

[¿Qué dijiste?]

“La detestas, pero mira. El Rey Espíritu del Fuego, el Rey Espíritu del Rayo y el Rey Espíritu de la Tierra firmaron un contrato con ella”

[¿Estás diciendo que ellos tienen razón y yo estoy equivocado?], exclamó Tempest con furia. [¿¡Cómo podría alguien que interactúa con espíritus estando desnuda tener una mente sana!? ¡Ifrit, Levin y Yhanos están locos por firmar un contrato con una humana tan loca!]

No era asunto de Eugene, pero bromear con Tempest sobre Melkith siempre le hacía reír.

—¿Te vas a quedar aquí? — preguntó Cyan. Cyan miró hacia el campo de batalla mientras acariciaba su pecho. Parecía como si no estuviera completamente calmado por el calor de la batalla —Creo que casi ha terminado, pero aún no se acabó completamente—

—¿Qué haría yo aquí? Puedes quedarte si quieres— respondió Eugene.

“Hmm”, Cyan contempló por un momento sin responder.

No era que le atrajera la idea de matar gente. Sin embargo, quería experimentar lo que sintió en su batalla contra Héctor una vez más.

—Cuando te enfrentas a una decisión difícil, a veces es mejor analizarla de primera mano en lugar de pensar demasiado. Retrasarla sin ninguna razón válida puede hacer que pierdas el contacto con la verdadera esencia de la experiencia— aconsejó Eugene.

“Hmm”, Cyan asintió, luego tomó una espada. Eugene sonrió mientras observaba a Cyan alejarse. Había estado preocupado por traer a Cyan, pero ahora estaba convencido de que había tomado la decisión correcta. La espalda de Cyan se veía un poco más ancha que antes.

“Yo soy el problema”

Eugene se sentó mientras se masajeaba la muñeca. No había usado Ignición, pero eso no significaba que no estuviera cansado.

“Ahora viene la parte importante”

Había detenido el ritual y Edmond estaba muerto. La guerra pronto terminaría también.

Sin embargo, para Eugene, todavía no se ha hecho nada. En cambio, estaba a punto de enfrentarse a una situación crítica y desesperada.

“Sienna”

Su nombre surgió en su mente mientras tomaba su collar.

Capítulo 292

Maldita reencarnación (Novela)