Capitulo 255

La vida después de la muerte (Novela)

Capítulo 255: Victoria


Mi cuerpo se estremeció cuando dejé escapar un profundo suspiro; viendo mi cuerpo pude deducir que la gente podría confundirme con un joven noble de apenas veinte años: sin una cicatriz o mancha en mí, los músculos perfectamente definidos que perfilaban mis brazos, torso y piernas parecían pintados, en lugar de haber sido adquiridos a través del entrenamiento.

Me envolvía una tenue aura púrpura, que se atenuó lentamente a medida que más y más éter se disipaba de mi cuerpo; sin embargo, la mayor diferencia era algo que podía sentir en lugar de ver.

Era un sentimiento que difería de cuando mejoré mi viejo cuerpo con maná... Era incluso diferente de cómo me sentí después de desbloquear la tercera etapa de la voluntad del dragón de Sylvia en mi lucha contra Nico. La fuerza que bombeaba a través de mí no se sentía prestada o implantada artificialmente, se sentía como si fuera verdaderamente mía.

Acercándome a la pared cercana del santuario, apreté mi mano en un puño; mis propios ojos no pudieron ver claramente mi mano cuando golpeó la pared con una explosión ensordecedora.

Toda la habitación tembló, incluso el agua de la fuente se derramó en el suelo y aunque apenas se había formado una grieta en la pared, estaba contento porque comprendí que la fuerza de mi golpe en este momento era suficiente para perforar fácilmente un gran agujero incluso en las gruesas puertas de metal del muro.

Miré hacia abajo para confirmar que la herida en mi puño ya se estaba cerrando y sanando sola; entonces, dándome la vuelta, agradecí en silencio al cadáver de la quimera gigante que ahora se había reducido a una pila de huesos marchitos debido a que la esencia etérica que la mantenía unida había sido absorbida.

—¡Ayy! Finalmente te pareces un poco más a un hombre– Bueno, tu cuerpo quiero decir.—exclamó Regis estudiándome.

—Y tú todavía te ves como una gota de tinta. —bromeé apartándolo con un manotazo.

Esperaba que mi mano simplemente pasará a través de él como solía hacerlo, pero esta vez sentí cierta resistencia al momento del contacto.

—Woah —exclamé sobresaltado.

Regis movió las cejas en una expresión que solo pude ver como lasciva. —¿Pudiste sentir bien mis músculos?

Me limpié la mano en los pantalones. —Asqueroso.

Regis se rió, dando vueltas en el aire como si estuviera volando por primera vez.

Negué con la cabeza en resignación. —Deberíamos volver ahora, puedo sentir la esencia etérea saliendo de mi cuerpo por segundos y necesito tanto como sea posible si vamos a matar a todas esas quimeras.

—Tienes razón. —respondió mi compañero con confianza. —Hagámoslo.

Tomando una última respiración profunda para calmarme, abrí la puerta.

Mi cuerpo se tensó y mi corazón latió con fuerza; aunque mi mente sabía que tenía muchas más posibilidades contra las quimeras, el miedo y el dolor estaban profundamente arraigados en mi cuerpo.

—Tercera vez y este lugar sigue siendo espeluznante incluso sin las quimeras tratando de matarnos. —se quejó Regis.

Continuamos caminando, tratando de distinguir alguna diferencia con respecto a la última vez que vinimos aquí. Esperaba que la quimera del látigo que habíamos matado no estuviera aquí, pero su estatua estaba ahí intacta y de alguna manera se veía aún más aterradora que las veces anteriores.

—Tengo curiosidad por saber cómo pasó el grupo que nos precedió. —me pregunté mientras mi cabeza giraba de un lado a otro examinando nuestro entorno. —¿Qué tan fuertes son esos tres?

Regis se encogió de hombros. —Esperemos que nunca tengamos que averiguarlo.

Debo haber llegado al punto de activación porque la habitación de repente retumbó.

Sin embargo, a diferencia de las dos veces anteriores, esa fue la única advertencia; no se resquebrajaron gradualmente las estatuas, ni existió casi tiempo de liberación de sus revestimientos.

—Así que tenía razón.—suspiré. —Cada vez surgen más rápido.

Regis puso los ojos en blanco. —Estaría aplaudiéndote con entusiasmo, digo, tu increíble previsión lo merece pero, ya ves, no tengo manos.

Todas las quimeras saltaron inmediatamente de sus podios y soltaron un chillido agudo al unísono.

Me puse en una posición de pelea, mis perspicaces ojos captaban la posición y las armas de las doce quimeras que nos rodeaban.

Me concentré en las tres quimeras que empuñaban armas de largo alcance: un arco, una escopeta y ballestas dobles.

Entonces, luego de asegurarme de que el huevo de Sylvie estuviera bien metido dentro de mi chaleco de cuero, pisé con fuerza el suelo bajo mis pies impulsándome hacia la quimera más cercana.

—Conozco el tiempo aproximado de reacción y ataque de la quimera con escopeta. ¡Mantén ocupado al que tiene las ballestas! —ordené mientras impactaba mi puño en una quimera que empuñaba dos mazas hechas con el cráneo de una bestia gigante parecida a un simio.

La quimera fue enviada unos pasos hacia atrás por la fuerza del golpe y chilló de dolor pero pudo hacer un movimiento desesperado con una de sus mazas; en respuesta me agaché bajo el trayecto del arma y lancé un gancho directamente a su caja torácica expuesta; entonces, se torció y dejó escapar otro chillido, pero antes de que pudiera aumentar el daño en sus heridas, una flecha me dio en la pierna y me atravesó el muslo.

Rechinando por el dolor, empujé a la quimera con mazas a caer sobre su espalda y me concentré en las otras quimeras que se acercaban rápidamente.

Teniendo siempre en mente la posición de la quimera con escopeta y la con arco, corrí hacia la siguiente quimera.

Cada paso que daba, cada golpe que lanzaba, podía sentir que se gastaba más del éter que había reunido; incluso mientras consumía éter de varias quimeras en medio de la batalla, este se estaba gastando mucho más rápido de lo que podía absorberlo y solo había logrado matar a tres.

Asegurándome de que mi respiración se mantuviera controlada y los movimientos fueran certeros y sin desperdicio, continué, usando las mismas tácticas que había usado en la última ronda; pude lograr que dos quimeras se mataran entre sí hasta que la quimera con escopeta reprimió sus fuerzas con un grito de guerra gutural.

Mientras tanto, Regis siguió encargándose de la quimera con ballestas; basándome en la velocidad a la que recargaban sus armas y la potencia que contenía cada proyectil de hueso, tomé la decisión correcta al hacer que Regis lo cegara.

Aún así, mientras mataba más y más, un mal presentimiento comenzó a crecer poco a poco.

Todo el pasillo estaba lleno de fragmentos de piedra de las estatuas desquebrajadas y los escombros de la batalla que estaba teniendo lugar.

Entonces, me di cuenta de que había usado más de la mitad del éter que había recolectado de la quimera con látigo, y los que quedaban eran más fuertes que los que había matado.

—Nunca hay algo fácil, ¿eh? —murmuré por lo bajo mientras mis ojos se centraron en la quimera con dagas aserradas en lugar de manos.

En eso, otra idea comenzó a formarse cuando mi mirada pasó de la quimera con dagas a la quimera con espada.

Esquivando las flechas de la quimera con arco y recogiendo dos de ellas, me fijé en la que empuñaba dagas gemelas.

Antes de atacar, lancé la flecha como una jabalina, logrando que su regatón se hundiera en el brazo de quimera con espada.

NT: retagón es la punta de la flecha.

Sin tiempo para relajarme, me moví con rapidez y zigzagueé a través de la ráfaga de ataques de la quimera con dagas. Mi mente trajo escenas de hace casi diez años cuando me enfrentaba a Jasmine a diario mientras comenzaba mi vida como aventurero.

Sin embargo, a diferencia de la forma en que Jasmine parecía casi bailar con sus dagas en la mano, las técnicas de esta quimera eran toscas y se basaban en su largo alcance y su ridícula fuerza y ​​velocidad.

Quien haya hecho estas cosas bien podría haberles imbuido la destreza física de una bestia de maná clase S, pero su intelecto y técnica eran mediocres.

Continúe desplazándome fuera del alcance de la quimera que empuñaba las dagas, llevándola por donde deseaba ahora que era lo suficientemente rápido como para esquivar fácilmente sus ataques; no podía hacer que se mataran entre ellos mientras la quimera con escopeta siguiera manteniendo su distancia y disparando cada cierto tiempo, sin embargo, pude usar los movimientos bruscos hechos por la quimera con dagas para herir a las otras quimeras que también intentaban matarme.

Cada vez más frustrada por su incapacidad para siquiera rasguñarme, la quimera con dagas dejó escapar unos agudos chillidos, balanceando sus dos dagas hasta que un golpe bastante desesperado logró clavar una de sus hojas demasiado profundo en el suelo.

Finalmente, con una oportunidad apareciendo, salté usando su brazo como plataforma para alcanzar su cabeza con una patada circular, logrando con la acción partir el brazo atrapado en el suelo; más la quimera con espada encontró la oportunidad perfecta para matarme con su espada gigante, sin importar si su ataque también mataría a la quimera con dagas.

“Te tengo.”

Tomando de inmediato la otra flecha que había recogido antes, bloqueé el ataque de la espada gigante y redirigí su trayecto directamente hacia el brazo roto de la quimera con dagas.

Sentí que mi hombro izquierdo se salió de su lugar por el impacto, pero funcionó; la daga había sido cortada limpiamente del resto del brazo de la quimera.

La quimera con dagas dejó escapar un fuerte gemido de dolor, distrayendo a la quimera con espada el tiempo suficiente para que sacara la daga cortada del suelo.

En mi mano la daga se parecía más a una espada larga, pero no importaba porque la sensación familiar de una espada en mi mano me llenó de una nueva confianza.

Enojada por el hecho de que estaba usando una de sus manos como mi propia arma, la quimera con daga ignoró sus heridas y se precipitó hacia mí usando las tres extremidades que le quedaban.

Rápidamente recoloqué mi hombro dislocado en su lugar, agarré mi nueva espada con ambas manos y sonreí. —Finalmente conseguí un arma.

—¡Oh, besa mi trasero! —Regis espetó, su velocidad notablemente más lenta mientras continuaba zumbando alrededor de la enfurecida quimera con ballestas.

Todo lo que necesité fue un paso para evitar el golpe desesperado de la quimera con daga y un giro para esquivar la flecha de la quimera con arco antes de blandir mi nueva espada y con ese único ataque, la cabeza con forma de insecto de la quimera con daga rodó por el suelo.

El suave brillo púrpura que rodeaba la daga de la quimera en mi mano se atenuó con ese golpe y supe que esta arma no duraría mucho más.

Corté la otra daga del brazo de la quimera descabezada y luego la dejé cerca, entonces, comencé mi próximo ataque.

La quimera con espada fue la siguiente, primero corté sus piernas y luego apuñalé mi daga en descomposición en su garganta.

“Cuatro segundos más hasta que la quimera con escopeta termine de recargarse.”

Pasé corriendo junto a la quimera que sostenía una lanza y un escudo porque sabía que era una de las más fuertes, y apunté mi espada a un viejo amigo mío; la quimera con látigo dejó escapar un grito agudo cuando clavé mi espada en su estómago y tracé un corte recto a través de su torso.

Descartando la daga que había comenzado a desmoronarse, corrí hacia la otra daga mientras esquivaba una andanada de flechas; más tarde levantando la daga del suelo, me preparé para atacar primero al arquero cuando un rugido estremecedor resonó desde atrás.

Me di la vuelta, preparándome para esquivar o bloquear lo que se avecinaba, excepto que no hubo nada; sin duda fue la quimera con escopeta la que dejó escapar el grito atronador, pero no me estaba apuntando con su escopeta, solo estaba ahí de pie con los brazos abiertos.

Dejó escapar otro rugido, incluso más fuerte esta vez, y las siete quimeras restantes que aún estaban vivas comenzaron a correr hacia su líder.

Incluso la quimera con ballestas ignoró a Regis y corrió tras oír el grito de su líder, dejándonos a los dos confundidos y cautelosos.

—¿Qué diablos está pasando ahora?—gimió Regis, flotando a mi lado.

Cada fibra de mi cuerpo me gritaba que huyera. Desafortunadamente, la quimera con escopeta estaba justo frente a la puerta del santuario y el resto casi se había reunido.

Girando sobre mis talones, corrí hacia la puerta de metal que conducía al siguiente nivel de esta mazmorra olvidada de Dios y tiré de la manija cubierta de runas; pero no se movió.

Maldiciendo internamente, escaneé cada centímetro de la puerta, buscando alguna runa etérica familiar que pudiera alterar como la puerta del santuario.

—Uhh... ¿Arthur?

—¿Qué? —le espeté mientras mis ojos se movían de izquierda a derecha, tratando de encontrar algo que hiciera que esta cosa se abriera.

—E-están... amontonándose uno encima del otro —continuó Regis.

A pesar de que mi cuerpo me gritaba que me concentrará en salir de aquí, no pude resistirme a girar; mis ojos se abrieron horrorizados por lo que vi.

Las quimeras no estaban simplemente apilándose una encima de la otra, con mi visión mejorada, pude distinguir claramente a las quimeras... devorándose unas a otras.

—Qué vista tan intoxicante. —murmuró Regis con los ojos muy abiertos. —Tal vez terminen matándose entre ellos de esa manera.

—No me parece. —la esencia etérea que envolvía sus cuerpos se hizo más espesa mientras continuaban devorándose unos a otros mientras parecían un montón de carne y huesos.

Me giré hacia la puerta, no queriendo quedarme a ver lo que estaba por venir. Desafortunadamente, la puerta no se movía y, a diferencia de la puerta del santuario, no había runas que pudiera descifrar.

Golpeé mis puños contra la puerta con frustración antes de volverme hacia la monstruosidad que tendría que enfrentar.

Afortunadamente, todavía estaban en medio del proceso de devorarse.

Recogiendo la daga a mi lado, corrí hacia la pila de quimeras. Si no puedo huir de ellos, tendré que intentar hacer todo el daño que pueda antes de que se forme por completo.

Giré y clavé la gran daga aserrada en áreas donde la esencia etérea se había reunido más, pero aparte de los ocasionales gemidos de dolor y breves espasmos, las quimeras continuaron devorándose unas a otras. —Vamos. ¡Solo muere de una vez!

De repente, otro escalofrío agudo me recorrió la espalda cuando un par de ojos rojos y brillantes se abrieron de golpe.

Una fracción de segundo después, una explosión de color púrpura surgió de la masa de cuerpos de quimeras y me golpeó, sentí si impactara contra una pared de plomo.

La fuerza de la conmoción se desplegó y nos lanzó por los aires a Regis y a mí. Apenas aferrándome a mi conciencia me ancle al suelo para evitar ser tirado más allá agarrándome de una de las grietas creadas por las quimeras.

Regis se tambaleó hacia mí. —Bueno, eso dolió como el infierno.

Mis cejas se fruncieron —¿Eso también te lastimó?

“Esto no es bueno.”

Mi mente daba vueltas tratando de pensar en un plan para matar a ese trozo de hueso y carne cuando resonó un rugido infernal; miré hacia arriba, temeroso de lo que verían mis ojos esta vez, y lo que vi fue peor de lo que había imaginado.

Como uno de esos juegos antiguos de disparos que había jugado con Nico y Cecilia en mi vida pasada en la sala de juegos retro destartalada, las criaturas se habían fusionado en su forma final.

La monstruosidad que estaba a alrededor de cien pies de distancia se elevó sobre la segunda fila de candelabros; elevándola estimé que tenía unos veinte pies de altura, tenía tres cabezas y se sostenía sobre seis patas que sobresalían de la parte inferior de su torso larguirucho.

Si bien sólo tenía dos brazos, uno de ellos era una combinación de escopeta y ballesta con largas espinas que sobresalían de sus antebrazos, mientras que el otro brazo estaba compuesto por un látigo con una hoz con púas en el extremo, mientras la criatura se deslizaba hacia nosotros las armas producían chirridos al contacto con el piso.

La idea de alejarlo de la puerta y escapar de regreso al santuario cruzó por mi mente brevemente, pero lo que más temía no era enfrentarme a este monstruo, sino tener que intentarlo de nuevo luego.

Despejando mis pensamientos de distracciones innecesarias, como Regis rogándonos que regresemos, agarré con más fuerza el mango de hueso de la daga y me impulsé hacia adelante.

La quimera fusionada respondió apuntándome con el cañón de su arma. Pude ver dos de las púas del antebrazo en carga y la esencia etérica fusionándose hasta que fue visible incluso a simple vista.

Esperé hasta el último segundo, giré y viré a la derecha justo al tiempo del disparo de los dos rayos rodeados por una explosión concentrada de éter.

Sin embargo, lo que no esperaba era que el ataque del monstruo tuviera la fuerza de un misil.

El área explotó en un destello púrpura junto con los escombros del piso demolido. A pesar de que el ataque había fallado, solo la réplica me lanzó contra la pared del pasillo.

Sentí que varias de mis costillas se rompieron y mi visión se nubló por un segundo ante la amenaza de mi cerebro de quedar inconsciente.

Regis flotaba frente a mí, su expresión era seria, pero no podía escuchar su voz por el agudo zumbido en mis oídos.

Mis ojos se enfocaron de nuevo en la quimera fusionada, con miedo de perderla de vista por un segundo. Recogiendo la daga que había caído a unos metros de distancia, cargué hacia adelante, prestando mucha atención al flujo de éter alrededor de su cuerpo.

Sabía que al monstruo le tomaría un tiempo volver a cargar para ese último ataque porque su brazo arma colgaba sin vida a su lado mientras la esencia de éter a su alrededor se disipaba en un humo púrpura. Necesitaba asegurarme de que no pudiera disparar otro de esos ataques.

El único problema era que el cañón no era su única arma. El monstruo balanceó su hoz de látigo a una velocidad que creó vendavales de viento y cortes en el suelo mientras también se aproximaba hacia mí.

Cuanto más nos acercábamos, más sentía el peligro de ser cortado por esa hoz, pero continué mi asalto.

Me vi obligado a actuar a una velocidad que superó con creces lo que un humano normal podría lograr. Incluso yo me sorprendí cuando me hice a un lado mediante un giro lo suficientemente amplio como para esquivar el arma capaz de cortar el suelo de mármol como si estuviera hecho de mantequilla. Mis ojos revoloteaban constantemente, analizando la dirección de la que vendría la hoz en función del más mínimo movimiento que la quimera fusionada hiciera.

El flujo de éter alrededor de su brazo de látigo y alrededor de sus piernas me resultó extrañamente familiar, lo que me permitió hacer uso de mi conocimiento sobre la lectura del flujo de maná. Con mi cuerpo mejorado, experiencia y reflejos monstruosos, logré derribar dos de sus seis patas antes de que el cañón del monstruo terminara de cargarse.

Es ahora o nunca, determiné, esquivando otro golpe del extremo con forma de hoz del látigo.

Di un paso adelante, girando la hoja aserrada hacia arriba y preparándome para golpear hacia arriba cuando el borrón gris creado por el brazo de látigo de la criatura pasó por mi lado.

Luego de apenas lograr retirar mi brazo izquierdo hacia atrás, vi cómo la daga aserrada y el brazo que la sostenía caían al suelo en un chorro de sangre.

— ¡Arthur! — El grito de Regis me sacó del aturdimiento momentáneo e inmediatamente rodé hacia adelante, agarré la daga de mi brazo amputado y ataqué.

La quimera chilló de dolor cuando la esencia de éter salpicó de su brazo cañón cortado junto con parte de su hombro.

—Brazo por brazo —murmuré sombríamente mientras me agachaba y consumía el éter que se escapaba del brazo desprendido de la quimera.

El poder fluyó a través de mí y, a pesar de que sus efectos fueron momentáneos, había suficiente éter en mi cuerpo para probar algo que había visto en la propia quimera.

—Regis, ven a mi mano —ordené.

Mi compañero, aunque preocupado, voló hacia mi mano y esta vez pude sentir el éter fusionándose en mi agarre.

Sabía que se suponía que el éter no debía ser manipulado sino llamado o 'influenciado', como lo expresó el Clan Indrath, pero ¿y si había una manera de forzarlo a someterse para que siguiera mi voluntad?

Corrí tras la quimera desorientada que intentaba formar otro brazo por medio de los otros cadáveres de quimeras que yacían en el suelo.

Dejé que el éter de mi cuerpo se juntara en el puño donde Regis yacía mientras me concentraba en el sentimiento, intentando memorizarlo.

A medida que más y más aura se condensaba en mi mano izquierda, una fina capa de negro cubría mi mano como un guante ahumado.

Sentí que el ritmo se ralentizaba a medida que más y más éter que alimentaba mi cuerpo entraba en mi mano.

—Siento que voy a estallar, ¿Qué es exactamente lo que tienes en mente? —Regis dijo, su voz resonaba en mi mente.

—Solo aguanta hasta que yo lo diga. —dije con los dientes apretados. Se sentía como si estuviera caminando más y más profundo en un pozo de alquitrán mientras mi propio cuerpo trabajaba en mi contra, casi estaba cerca de la quimera; cuando, antes de que pudiera acercarme más, una de las tres cabezas de la quimera giró para mirarme.

Sus dos cabezas restantes se torcieron para mirarme también, pero en lugar de usar el látigo con la hoz que le quedaba para atacarme, parecía... cauteloso.

Sus seis ojos se concentraron en mi mano restante.

“¡Ya casi!”

Mi mano se sentía como si estuviera siendo apretada por dos rocas a medida que más y más éter se fusionaba en su interior, pero antes de que pudiera estar dentro del rango de liberación, la habitación se sacudió y los candelabros se apagaron.

Podía sentir el éter en la atmósfera temblar cuando un aura siniestra se extendió desde donde estaba la quimera, sus seis ojos ahora brillaban de color púrpura.

Está usando el éter de su cuerpo y de la atmósfera para lanzar algún tipo de aura debilitante.

Sin embargo, mi suerte finalmente parecía estar cambiando. Ya sea por este cuerpo, o por mi fuerte fortaleza mental por vivir dos vidas, la intención etérica tuvo poco efecto.

Ignorando el dolor cada vez más intenso que irradiaba el muñón en mi brazo cortado, salí corriendo.

La quimera dejó escapar un chillido histérico y comenzó a balancear salvajemente su látigo.

Concentrándome en el flujo de éter para determinar el camino de su ataque, lo esquivé por última vez y salté.

—¡Ahora! —rugí, apenas siendo capaz de balancear mi brazo, mi puño revestido de éter aterrizó justo debajo de sus tres cabezas desatando una explosión de color negro y púrpura.

Se sentía como si cada gramo de fuerza hubiera sido extraído de mi cuerpo mientras yacía en el suelo justo al lado de los restos de la quimera fusionada.

Mis párpados se volvieron pesados ​​mientras sucumbía a las oscuras garras de la inconsciencia cuando un fuerte grito de repente me despertó.

—¡Ja! ¡Que te jodan, soy un arma! —Regis gritó de júbilo.

A pesar de la experiencia cercana a la muerte que acabábamos de superar y el hecho de que todavía me faltaba un brazo, no pude evitar dejar escapar una risa ronca.

Apenas poniéndome de pie, inspeccioné a la quimera fusionada. No podía decir si había usado éter espacial o de vida, pero había logrado crear un cráter en su pecho, desintegrando la mayor parte de su cabeza también.

—Buen trabajo. —le dije a mi compañero justo al mismo tiempo que se escuchó el suave 'clic' del desbloqueo de la puerta que conducía a la siguiente etapa.

—Entonces, niño bonito, ¿Quieres consumir este trozo de hueso y pasar al siguiente escenario? —Regis preguntó con renovada confianza.

—No del todo. —caminé cojeando hacia el cadáver de la quimera fusionada. —Dijiste que los asuras tienen núcleos de maná que sostienen y alimentan sus cuerpos, ¿No?

—¿Sí? —Regis inclinó la cabeza. —Pero tu núcleo de maná está destruido.

—Sí. —Me giré para mirarlo, las imágenes de las quimeras emanando algo púrpura estaban arraigadas en mi cabeza. —¿Y qué pasaría si intentara formar un núcleo de éter?

Capitulo 255

La vida después de la muerte (Novela)