Capitulo 269

La vida después de la muerte (Novela)

Capítulo 269: Más que un arma

Clavé mis talones, la tierra estéril se astilló por la presión mientras me preparaba para la larga carrera.

—¡Espera! —Una familiar voz melosa llamó desde atrás.

Miré hacia atrás por encima del hombro, mirando a los ojos a la conjuradora de cabello castaño que quería que me uniera a su equipo. —¿Qué?

Daria se estremeció bajo mi mirada, pero se armó de valor y me devolvió la mirada. —Suponiendo que todos aquí te sigan, para cuando lleguemos a la fuente de energía, la mayor parte de nuestro maná estará demasiado agotado como para enfrentarnos al guardián.

La impaciencia burbujeó mientras contaba los segundos desperdiciados que pasé hablando más. —¿Entonces?

—No crees en serio que eres lo suficientemente fuerte como para enfrentarte al guardián por ti mismo después de correr un maratón, ¿verdad? —espetó Daria dando un pisotón en mi dirección. —Vas a necesitar la ayuda de todos. Maldición, incluso si nos ves como un peso muerto, al menos necesitarás tener toda tu fuerza, ¿No?

—Ve a tu punto.

Frunció el ceño y abrió la boca para responder, pero se detuvo. —Para ser honesta, no tengo confianza en poder superar cualquier monstruosidad que nos esté esperando después de luchar contra la última ola de caralianos.

Daria se dio la vuelta para mirar al resto de los ascendentes que escuchaban.

—Por lo tanto, tengo una propuesta, pero solo la haré si él acepta. —dijo mientras me señalaba. —Tengo una forma que nos permite a todos viajar mientras la carga del uso de maná recae únicamente sobre Orid y yo. Entonces, llevaremos a todos allí en las mejores condiciones a la velocidad más rápida posible solo si se prioriza nuestra seguridad.

Inmediatamente, algunos ascendentes comenzaron a protestar hasta que finalmente hablé.

—Estoy de acuerdo.

A juzgar por cuántos ascendentes estaban dispuestos a seguirme, mi uso del éter sería limitado; y sin mi única arma, era seguro asumir que este tramo final iba a ser una batalla prolongada.

Daria giró la cabeza, sus grandes ojos brillaron mientras sonreía. —¡Estupendo!

Sinceramente, no sabía qué esperar; pero Daria parecía una maga capaz e incluso si los magos alacryanos no eran muy flexibles con su manipulación elemental, esperaba algo... más.

En cambio, parecía estar mirando lo que parecía ser un gran... trineo... hecho completamente de hielo; en el centro había una gran lona que colgaba de un poste de tienda que asemejaba claramente a un mástil improvisado.

—¿Esperas que todos subamos en esto? —preguntó Taegen, alzándose sobre el trineo de hielo.

—He condensado el hielo varias veces para que sea más resistente de lo que parece. Obtuve la forma general de la estructura de los marinos y la probé varias veces. —dijo Daria con una pizca de orgullo.

Todos esperaban que me subiera primero al trineo; Daria estaba parada en la parte superior del vehículo de hielo con grandes expectativas mientras me veía caminar hacia ella.

Colocando mi mano sobre la superficie del hielo, empujé hacia abajo con la fuerza adecuada para asegurarme de que pudiera soportar mi peso.

—¿En este momento estás cuestionando la integridad de mi hechizo? —preguntó Daria enfurecida mientras echaba hacia atrás su túnica de mago, dejando que la lujosa tela se deslizara por su espalda expuesta para revelar una serie de tatuajes. —¡Tengo cuatro blasones y dos emblemas, idiota!

Me subí encima del panel de hielo, de espaldas a ella. —Hemos perdido mucho tiempo, comencemos a movernos.

Uno por uno, el resto de los siete ascendentes además de Daria y yo comenzaron a abordar el gran trineo hasta que todos estuvimos apretujados y agarrados a las barandillas que Daria muy amablemente había conjurado.

Era escéptico ante la idea de que pudiera hacer que el trineo se moviera, pero con una corriente ascendente que quitó parte del peso del trineo y una ráfaga dirigida al mástil, los tripulantes comenzamos a navegar sobre las llanuras yermas.

Vientos fríos rozaron mis mejillas cuando comenzamos a acelerar; a pesar del peso de nueve adultos completamente desarrollados (en realidad diez, porque Taegen contó cómo casi dos personas), el trineo de gran tamaño nunca se tambaleó ni mostró signos de ruptura. No pude evitar estar impresionado con Daria por manejar continuamente tres hechizos para mantener el trineo en movimiento.

Usó dos hechizos de viento para moverse mientras sus pies, cubiertos de hielo, la anclaron al trineo para evitar que saliera disparada, y un hechizo de hielo para evitar que el trineo de hielo se derritiera o se agrietara mientras se deslizaba sobre la tierra.

Por otro lado, el compañero de equipo restante de Daria, Orid, usó su magia de tierra para guiarnos y alisar partes particularmente irregulares del suelo que podrían dañar el trineo.

Después de unos treinta minutos de viaje, el resto de los ascendentes habían empezado a confiar en Daria lo suficiente como para comenzar a relajarse y disfrutar del viaje.

Estaba sentado en la parte trasera del trineo, inclinado hacia adelante contra la barandilla trasera que Daria había conjurado y simplemente miraba sin pensar en la vasta extensión de tierra poco impresionante y el cielo azul claro. Hacía tiempo que había aceptado el hecho de que estaba mirando hacia el cielo dentro de una ruina antigua que se suponía estaba bajo tierra. Con todo lo que había estado sucediendo desde que me desperté aquí y con el hecho de acostumbrarme cada vez más al éter a medida que me hacía más fuerte, hace tiempo que acepté que el reino de lo que se podía lograr usando este poder divino estaba mucho más allá de lo que podía hacer el maná.

Al aburrirme del paisaje soso, me di la vuelta; aparte de Daria y Orid, que estaban concentrados en mantenernos en movimiento, el resto de los ascendentes estaban haciendo sus propias cosas. Dentro de todos, el equipo de Caera parecía ser el único equipo que salió ileso de la última ola.

El ascendente llamado Keir, que manejaba un bastón y controlaba motas de electricidad para defenderse y atacar, estaba puliendo su arma utilizando un paño fino para desenterrar la suciedad que se había acumulado en los grabados de su bastón de madera.

Por otro lado, Trider tenía los ojos cerrados, recostado contra la barandilla con los brazos cruzados y las piernas cruzadas mientras otro ascendente volvía a poner vendajes alrededor de su pierna izquierda.

Mis ojos continuaron vagando hasta que aterrizaron en Caera, que estaba sentada cerca del lado izquierdo delantero del trineo; Arian estaba sentado junto a ella, mientras que Taegen se había situado solo en el otro lado, muy probablemente para mantener el trineo en equilibrio.

Arian estaba meditando y aunque ya no podía sentir el maná, la presión que emitía era suficiente evidencia. Caera, por otro lado, miraba fijamente la daga blanca en su mano todavía en su vaina; su expresión parecía casi indiferente mientras miraba el arma, como si la estuviera estudiando.

De repente, una lágrima rodó por su mejilla e inmediatamente se la limpió con el dorso de la mano antes de echar un vistazo sospechosamente para comprobar si alguien la vio.

Sus ojos se encontraron con los míos y por una fracción de segundo, vi un destello de vergüenza pasar por su rostro cuando rápidamente se dio la vuelta.

Aclarándome la garganta, me di la vuelta para mirar hacia atrás una vez más, descansando mis brazos en la barandilla fría. Traté de encontrar más cosas que hacer para mantenerme ocupado, sin querer abordar el problema pendiente hasta que finalmente cedí.

“Regis”, transmití, “¿Todavía no me vas a hablar?”

El silencio flotaba en el aire mientras esperaba una respuesta. Cuando no llegó ninguna incluso después de que habían pasado varios minutos, dejé escapar un suspiro y continué transmitiendo mis pensamientos, esperando que Regis estuviera escuchando.

Como si estuviera leyendo mi propio diario, le transmití a Regis que, a pesar de tener más de una vida entera, mi capacidad para expresar y comunicar adecuadamente mis emociones era pasable, eso estando en óptimas condiciones. En la batalla, solo estando yo y mi espada, nada importaba; no tenía que comunicar o transmitir mis pensamientos con tacto como si estos fueran una especie de caja cuidadosamente envuelta para enviar a alguien. No, de hecho mis espadas eran armas– herramientas que podía utilizar y aprovechar al máximo para ganar una batalla.

Sin embargo, Regis era un arma con sensibilidad y una personalidad propia diferente a mí; era menos un arma y más un compañero en el que realmente confiaba para tener alguna especie de interacción humana. Traté de empujarlo a ese papel de herramienta útil estándar que había ideado para las armas, pero eso fracasó rápidamente ya que se había convertido más y más en un amigo para mí... como lo había sido Sylvie.

Los momentos de interacción con Regis me habían hecho difícil no compararlo con Sylvie, quien se había sacrificado para que yo todavía pudiera estar aquí ahora; una gran parte de porqué quería volverme más fuerte era con la esperanza de traer de regreso a Sylvie de su estado comatoso, pero cada conversación tonta y sutileza sin sentido que tuve con Regis me asustó, temía la posibilidad de que Sylvie se sienta reemplazada una vez esté de vuelta.

“¿Pero sabes a qué le tengo más miedo? Aunque tengo el cuerpo de un asura y la capacidad de manipular éter de una manera que ni siquiera el Clan Indrath puede, tengo miedo de hacerme cercano a ti.”

Hice una pausa, dándome cuenta de que inconscientemente había puesto mi mano en la bolsa que contenía la piedra de Sylvie.

“He perdido mucho, Regis, a Adam, mi padre, a Sylvie e incluso a balada del amanecer. Mi madre, mi hermana, Tessia, Virion– todos están en Dicathen y no tengo idea de cómo regresar, o incluso cómo les va; en el peor de los casos, los Alacryanos ya han encontrado el búnker y todos han sido capturados... o asesinados. No quiero ser demasiado dramático, pero parece que cuanto más me acerco a alguien, más difícil me resulta protegerlo.”

Esbocé una sonrisa irónica. “Empiezo a recordar cada vez más porqué me convertí en la persona que era en mi vida anterior... y es por eso que necesitaba pensar en ti como un arma, Regis, porque es más fácil para mí así, en caso de que también te pierda.”

Esperé y esperé una respuesta que nunca llegó.

En cambio, lo que me saludó fue el color cambiante de nuestro entorno; como si el mismo cielo hubiera sido herido, el carmesí se filtró y se extendió por encima de nosotros, cubriendo la extensión que alguna vez fue azul. El mismo aire también parecía más delgado y la tensión que nos cubría se sentía casi tangible; entonces, me di cuenta de que esta ola iba a ser diferente.

—La ola está aquí. —dijo Taegen, poniéndose de pie.

—¡No vamos a parar aquí, así que no te muevas! —Daria declaró lanzando una ráfaga de viento más fuerte en el mástil.

El trineo aceleró a través del campo de tierra mientras las grietas comenzaban a ramificarse y extenderse por delante. Afortunadamente, la estructura de obsidiana, incluso más alta que las torres de vigilancia del castillo, se encontraba a solo unas pocas millas de distancia y la esfera roja brillante se alzaba en su cima.

Estos últimos kilómetros, sin embargo, serían sin duda los más duros; los caralianos ya estaban emergiendo del suelo por docenas a nuestro adelante.

—¡Aquellos con escudos prepárense para despejarnos el camino! ¡Tenemos que llegar a la torre antes de que aparezca el guardián! —Arian exclamó.

Orid dejó de enfocarse en el camino por delante y en su lugar, conjuró losas de tierra que comenzaron a girar a nuestro alrededor.

El viaje inmediatamente se volvió complicado sin Orid, pero nos aferramos a la barandilla mientras Keir también invocaba sus orbes de electricidad.

—Déjame tomar el control del mástil. —gritó Trider, cojeando hacia Daria. —Con mi ayuda aún tendrás que mantener constante la corriente ascendente, pero ten en cuenta que eres la única lanzadora que queda, ayuda con los escudos.

Después de un instante de vacilación, Daria asintió y soltó las ataduras de hielo que la sujetaban al trineo.

Daria, sudorosa y pálida, me lanzó una mirada de complicidad y yo asentí con la cabeza; un trato era un trato.

Trider inmediatamente se puso a trabajar, invocando brazales de viento empujó con los puños apuntando al mástil tan pronto como Daria le ató los pies al trineo.

Daria, libre de su obligación más extenuante, invocó ráfagas de viento lo suficientemente poderosas como para derribar a los caralianos más grandes fuera del camino; aquellos que no eran movidos por ella fueron empujados a un lado por uno de los paneles de tierra comprimida o aturdidos por los orbes de electricidad que flotaban a nuestro alrededor.

Algo andaba mal; no había pruebas de que algo estuviera mal, pero mi cuerpo lo sentía. Y a juzgar por lo ansioso que parecía Taegen, su rostro con un ceño fruncido y su mirada moviéndose de izquierda a derecha como si buscara algo, sabía que no era el único que lo presentía.

La tierra tembló de repente, lo que provocó que Keir perdiera el equilibrio y soltara su hechizo.

—¿Qu-Qué está pasando? —gritó tratando de ponerse en pie.

La tierra tembló una vez más, incluso más fuerte esta vez, seguida de un rugido espeluznante que reverberó desde el mismo suelo.

Se me pusieron los pelos de punta y una voz familiar volvió confirmar la misma acción que estaba a punto de tomar.

“¡Sal de aquí, Arthur!”, Regis gritó, una ola de miedo se extendió de mi compañero a mí.

Pero el suelo se elevó y sentí una oleada de vértigo cuando todo el trineo se elevó más y más hacia el cielo rojo.

Keir, que había estado tratando de ponerse en pie, fue arrojado desde el borde del trineo y quedó inconsciente al chocar contra uno de los paneles de tierra que nos rodeaban.

Su cuerpo desapareció rápidamente de la vista mientras caía por el borde del terreno elevado que nos llevaba más y más alto.

Resonó otro rugido bestial, esta vez sin amortiguar y lo suficientemente fuerte como para marearme, seguido por la silueta de algo lo suficientemente grande y alto como para poder eclipsar la mayor parte del cielo.

Entonces, nos miró; la torre que había proyectado una enorme sombra sobre nosotros era, de hecho, un largo cuello serpenteante.

Descansando en la parte superior del cuello que se extendía a lo largo de unos diez pisos de altura estaba la correosa cabeza de un murciélago con una boca desproporcionadamente grande y dos penetrantes ojos morados... cada uno más grande que un carruaje, y estaban fijos en nosotros.

Capitulo 269

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